Si nunca ha sufrido un acto de discriminación es fácil saber lo que es: basta con ir a un restaurante y pedir una paella para uno. En el 99,999 por ciento de los casos le avisarán que las paellas son para un mínimo de dos personas. No es ningún secreto: lo dice en todas las cartas donde haya paellas. Y la regla de ‘mínimo dos personas' se aplica a rajatabla.
Entré en una conocida arrocería para pedir una paella para uno, pero el camarero repitió el mantra: ‘Mínimo dos personas'. Añadió que podría pedir una para dos y llevar los restos en un táper. Buen negocio para el restaurante, pero no para mí. Era la una y media y las mesas de la terraza y el comedor estaban vacías. Buen momento, hubiera pensado, para hacer una paella para uno… y un entrante, un postre y un par de cañas. El primer cliente del día. Sin embargo, prefieren el mantra de ‘mínimo dos personas'.
Después de tres meses pateando la ciudad en busca de una paella para uno, me encontré con el otro lado de la moneda: un restaurante 00,001 donde también existe la regla ‘mínimo dos personas' pero sin estar esculpido en un bloque de piedra. Cuando entré en el Santa Catalina de calle Fábrica (Tel:971-281751) con mi pregunta paellera de siempre, la camarera dijo enseguida que no habría ningún inconveniente y, de hecho, lo hacen casi todos los días. Si el restaurante está lleno, añadió, puede que la paella para uno tarde un poquito en salir, pero llegará. Esa actitud flexible es ideal… y muy agradecida.
Como este restaurante abre desde las seis de la tarde (miércoles cerrado) me presenté a las siete menos cuarto pensando que sería el primer cliente del día. Pero la terraza estaba a tope con sólo una mesa para dos vacía, mi reserva: había olvidado que los extranjeros cenan bien temprano. Dejé la mesa de dos para una pareja extranjera y me coloqué en una mesa del interior, al lado de una ventana con vistas de la actividad de la terraza.
Una cena bien española
Santa Catalina se especializa en tapas y paellas, por lo tanto pedí una cena bien española, igual que hacen los turistas: croquetas de bacalao, chipirones a la andaluza y una paella de pescado y marisco. Las croquetas de bacalao, que como a menudo, tienen algo en común: casi nunca saben a bacalao. Parece que eso tiene que ser imposible, pero es así.
Pregunté a la camarera si las croquetas (7 euros) saben a bacalao, y me dijo que ha visto a la cocinera hacerlas y emplea una gran cantidad de bacalao. Y así fue. La masa era bacalao desmigado finamente y ligado con un poco de harina y líquido. Y con buen sabor a bacalao. Y sin nada de aceite residual en la crujiente costra. La tapa de chipirones (7 euros) es una cantidad descomunal que viene directamente de la freidora: aquí hay cuatro tapas bien generosas… que salen a 1,75 euros cada una.
La paella (17,50 euros) tenía una buena variedad de tropezones: dos gambas sin pelar, cuatro mejillones en la media concha, cinco sin concha, tres langostinos pelados, unos trocitos de merluza y una buena cantidad de calamar. Pero lo más importante fue que para la cocinera el arroz es el protagonista. Empleó una buena medida, estaba en su punto y había chupado mucho sabor de mar. Es una paella para amantes del arroz.