Es común escuchar que las personas se enferman justo al inicio de sus vacaciones, un fenómeno que parece casi una paradoja: después de tanto esperar y planificar un descanso, el cuerpo sucumbe a una enfermedad. Este fenómeno, conocido como «enfermedad del ocio» o «síndrome del estrés vacacional», tiene explicaciones tanto físicas como psicológicas.
Una de las principales razones por las que enfermamos en vacaciones es el estrés acumulado. Durante el trabajo, el cuerpo y la mente están en un estado constante de alerta, produciendo hormonas como el cortisol que ayudan a enfrentar situaciones estresantes. Sin embargo, cuando finalmente nos relajamos, como ocurre al comenzar las vacaciones, estos niveles de cortisol disminuyen rápidamente. Este cambio brusco puede debilitar el sistema inmunológico, dejándolo más vulnerable a virus y bacterias.
Otro factor es la privación del sueño. Muchas personas llegan a sus vacaciones exhaustas, tras semanas o meses de trabajo intenso y pocas horas de sueño. Este cansancio acumulado también puede debilitar el sistema inmunológico, haciendo al cuerpo más susceptible a infecciones. Además, durante las vacaciones, es común alterar los hábitos de sueño, lo que puede desregular aún más el sistema inmunológico. Los cambios en la rutina también juegan un papel crucial. Durante las vacaciones, solemos modificar nuestros hábitos alimenticios, probar comidas nuevas, y, en algunos casos, consumir alcohol en exceso. Estas alteraciones pueden afectar la digestión y el bienestar general del cuerpo, predisponiéndonos a enfermedades gastrointestinales u otras dolencias.
El cambio de entorno también contribuye a la vulnerabilidad del cuerpo. Viajar a un nuevo destino expone al organismo a bacterias y virus diferentes a los que está acostumbrado, lo que puede desencadenar resfriados u otras enfermedades, especialmente si el sistema inmunológico ya está debilitado por el estrés o la fatiga.
Finalmente, la relajación mental y física, aunque necesaria y beneficiosa, puede hacer que afloren dolencias que el cuerpo estaba reprimiendo debido al ritmo acelerado previo. En resumen, el estrés acumulado, la fatiga, los cambios en la rutina y la exposición a nuevos entornos contribuyen a que enfermemos justo cuando más queremos disfrutar: en nuestras vacaciones.