Es otra forma de vida la que hoy descubrimos a bordo. Es navegar el silencio, vivir sensaciones, mirar hacia adentro cuando el sol inunda la piel o la tormenta acompasa una conversación a dos.
A bordo y en un espacio limitado solo se hace acopio de aquellas cosas que uno no dejaría de llevarse a una isla desierta; lo demás, es prescindible. Y ahí, en esas cosas, es donde uno se aferra como un náufrago asido a una tabla. El cuaderno de bitácora de Vicenç Pieras se inició en su niñez.
Su padre, que fue marino mercante, le contaba historias del mar vividas por sus antepasados y la crónica de los barcos que pertenecieron a la familia. Desde lo alto de su infancia, supo que su profesión y su vida estarían ligadas al mar. Nos acoge hoy en su barco con la sonrisa anclada en el rostro.
Todo en orden
«Soy feliz en el barco. Por las mañanas trabajo en el del armador, un barco de 24 m de eslora, y regreso a casa, al Leda VI, donde disfruto de una sensación de libertad indescriptible». Nos sentamos en el salón, donde se manifiesta toda la suntuosidad de la madera de teka con barnizados de calidad, techos tapizados y suelo de marquetería listada.
Carmen Andrés, su pareja, está en la cocina longitudinal preparando un sabroso batido de fresa. La voz de esta fotógrafa y la atrayente cadencia de la misma llegan desde este espacio donde el orden se hace evidenLos recuerdos de familia son parte esencial de la decoración del barco en el que reside. te. La luz del exterior ilumina las taquillas y la mesa de cartas ubicada en la banda de estribor.
El ambiente es cálido, propicio para la conversación distendida. Pieras Planas ha escogido la decoración del barco, que se nutre de objetos de familia: la fotografía de su madre, un regalo enmarcado de Carmen; las palas del uniforme de su padre y un juego de velas que le regaló su progenitor. En la habitación destaca un logotipo del Peter‘s café enmarcado. «Volvía de un viaje al Caribe con Sinto Bestard y pasamos por Azores donde adquirí el logotipo de este emblemático bar de navegantes».
Vicenç aprendió a navegar a vela a los 8 años junto a su tío Vicente Planas, y a los 16 emprendió una aventura en solitario de varios días en el Tío Toni, un bote de remos donde comenzó a navegar sueños. Ahora vive en el Leda VI, siguiendo la tradición familiar desde el Leda de su bisabuelo. «No me parece pequeño, tiene todo lo que necesito». Este Furia 44, de astillero español, 12 m de eslora y 4 construcciones, luce diseño del gabinete Joubert/Nivelt, muy implantado en los campos de regatas internacionales.
Ya había trabajado como monitor de Vela en Calanova, como marinero en Portals, regentado y dirigido una escuela de buceo, estudiado Náutica y trabajado de patrón del Creole, el barco de tres palos de Gucci, uno de los veleros más hermosos del mundo, cuando se lanzó a la aventura empresarial al mando del Hadock, en los años dorados del ocio nocturno en la Lonja. Siguió desarrollando su labor de patrón tras aprobar la carrera Náutica con la mejor nota de España. Y ahí sigue, de patrón del barco de uno de los miembros de la junta directiva del Real Madrid. «Me encanta la tecnología de un barco. Me fascinan las salas de máquinas».
Desde su metro noventa y tres centímetros, con un heredado corazón gigante, asido al timón asegura que «a partir de los 30 nudos el romanticismo se pierde». Aspira hondo en un lugar muy pequeño que abarca un universo inmenso.