Los payeses viejos dicen que lo malo del campo es que no tiene techo. Parece que la naturaleza se ha empeñado en darles la razón pues este año, y van dos seguidos, el cereal así como las habas y el haboncillo parecen encaminados a una mala cosecha. Así lo cree Sebastià Campaner, Penya, veterano agricultor de Inca. Estos cultivos son mayoritariamente de secano en Mallorca.
El de abril es un mes crucial en este tipo de cultivo pues supone el espaldarazo para que las plantas acaben de crecer y se encuentren fuertes para poder madurar un grano de buen calibre y calidad. Explica Campaner que marzo ha sido muy seco, por lo que el sembrado ha padecido un fuerte estrés hídrico. «Se ven muchas manchas amarillas y plantas muy poco desarrolladas». Por si esta circunstancia no fuera suficiente agrega que «lleva muchos días de viento con lo que la tierra se está secando». Campaner afirma que «por lo menos es positivo para el que tenga olivos pues, al polinizarse mediante el viento, es más probable que se carguen de fruto».
Las últimas semanas hizo unos cuantos días húmedos. «Cayó un rocío que por lo menos daba alivio al campo pero el viento se lo ha llevado todo», indica. «Si en el plazo de una semana no caen, al menos, unos 30 litros por metro cuadrado será muy difícil llevar a puerto esta cosecha», sentencia el payés.
Sebastià cultiva 42 fincas en el término municipal de Inca con una superficie total de aproximadamente 60 quarterades (la ‘quarterada' equivale a unos 7.200 metros cuadrados). Sus plantaciones se destinan prácticamente el autoconsumo pues «no es rentable sembrar grano para vender; lo que nos ayuda a sobrevivir es cosechar para alimentar ganado». La cabaña mayoritaria en la comarca de Inca es la de ovino y porcino.
El agricultor sostiene que «unido al problema de la mala añada del año pasado, y a la que se prevé en la actualidad, nos encontramos con la dificultad de no haber podido vender a tiempo los animales debido a la pandemia». Y añade: «El tratante de ganado nos dice que tiene mucho almacenado en las cámaras frigoríficas y que intentemos aguantar un poco, pero los animales crecen y pierden valor».
En el paraje rural del Rasquell, donde mayoritariamente cultiva Campaner, los agricultores de secano pueden defenderse «un poco gracias al suministro de agua depurada de Inca, pero nos hemos encontrado con multitud de averías recientemente y también el suministro ha sido irregular. Yo creo que esta campaña esta gafada», sentencia.
Con respecto al futuro, el veterano profesional del campo es muy pesimista: «Estamos encaminados a desaparecer como actividad económica. Los gastos nos comen, y es cierto que tenemos ayudas, pero nos valen sólo para sobrevivir».