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La carta de Alfonso Basterra desde la cárcel al creador de 'El caso Asunta': «Nadie volverá a saber de mí»

El padre de la menor asesinada mandó una carta desde prisión a Ramón Campos, uno de los creadores de la serie de Netflix

Fotografía tomada de la señal oficial de televisión, del padre de Asunta, el periodista Alfonso Basterra. | Efe

| Santiago de Compostela |

Netflix acaba de estrenar la serie El caso Asunta con Candela Peña en la piel de Rosario Porto, la madre de la niña; y Tristán Ulloa como Alfonso Basterra, el padre. La ficción, de seis episodios, producida por Bambú Producciones y desarrollada por el guionista y productor Ramón Campos, relata el terrible asesinato de una niña de 12 de años de origen chino, que tuvo lugar en 2013, y su posterior investigación.

A pesar de que el estreno de la serie ha vuelto a poner el suceso en boca de todos, ya en 2017 cuando Ramón Campos, su creador, estrenó un documental sobre el caso recibió un escrito del padre de la menor, todavía en prisión por haber matado a su hija adoptiva. En una carta escrita desde la cárcel, Alfonso Basterra se dirigió Campos, creador de la miniserie El caso Asunta: Operación Nenúfar (2017) y ahora de El caso Asunta de Netflix.

El padre de la menor siempre ha defendido su inocencia en el caso, de hecho a principios de 2024, solicitó el tercer grado y fue rechazado. Su mujer, Rosario Porto, se suicidó en 2020, tras dos intentos previos. Esta es la carta completa que mandó Basterra al creador de la serie de Netflix en 2017:

«Estimado señor Campos,

En cartas anteriores le he transmitido la rabia y la ira que lleva destrozándome y devorándome desde hace tres años. Rabia e ira hacia el juez instructor, hacia el fiscal, los abogados de la acusación particular, los medios de comunicación y, muy particularmente, hacia la persona que acabó con la vida de mi niña.

Pero estos sentimientos me llevarían indefectiblemente hacia la locura y la autodestrucción y eso es algo que no puedo ni debo tolerar, porque abandonaría la esencia de mi yo, del que algo aún queda y acabaría derrotado por fuerzas ajenas a mí. De modo que tras mucho pensar, he entendido que el perdón es mi camino. La única forma posible de mantenerme en mi camino y sortear este gran reto que el destino me ha puesto.

Puede que no se lo crea, pero después de muchas horas de meditación considero que este nuevo rumbo es, además del acertado, el definitivo. No puedo volver a caer en episodios de cólera como los que he vivido.

Es más, he llegado a la convicción de que todos ellos actuaron bajo un signo profesional del que estaban convencidos y con arreglo a la más pura de las éticas. Equivocados totalmente, pero sin saltarse la ley y sin ánimo alguno de condenar por condenar. Se sorprenderá, pero cuando dentro de seis años, como mínimo, tenga el tercer grado en lugar de asesinar a los citados, como en tantas ocasiones imaginé, lo que realmente deseo es sentarme en una cafetería con ellos y debatir, si lo desean, lo que fue aquel juicio.

Pero lo que nunca haré será exigirles perdón, todo lo contrario, seré yo quién les ofrezca mis disculpas por tan terribles pensamientos surgidos de una locura inimaginable que no deseo a nadie. Y por la misma razón haré lo propio con el asesino o asesina de mi niña, porque ahora sí, estoy convencido de que su acción fue fruto de esa locura, ya que nadie en pleno uso de sus facultades mentales cometería una monstruosidad como esa.

Para terminar le haré una confesión: cuando recupere mi libertad, tengo el firme propósito de desaparecer, nadie volverá a saber de mí, ni tan siquiera Rosario Porto. Solo tengo una razón para seguir con vida, que no es otra que volver a ser un hombre libre y reunirme con mi niña, nunca antes. De hecho ya tengo pensado el cómo y el dónde, tan solo me falta el cuándo pero todo llega.

Mi verdadera condena no es la prisión, señor Campos, sino no haberla podido socorrer cuando más me necesitó. Eso es algo que nunca me podré perdonar. Así que cuando conozcan mi fallecimiento le ruego que descorche una botella de cava y brinde con los suyos, solo en ese momento comprenderá que he recuperado mi felicidad. Mi niña me necesita y yo a ella.

Atentamente: Alfonso Basterra Camporro».

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