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Antoni Bisanyes: "La amistad es el mejor regalo que nos ha dado la vida"

Antoni Binsanyes, glosador. | M. À. Cañellas

| Pollença |

Antoni Bisanyes ha publicado dos libros de gloses, ambos con una nota introductoria del alcalde de Pollença. La una va firmada por Bartomeu Cifre (Pepé) y la otra por Joan Cerdà (UM), lo que viene a demostrar el pacto de no agresión del glosador con las ideologías. Sus temas son la naturaleza, la caza, la amistad.
Ahora se enfrenta a su proyecto más ambicioso. Un tomo más voluminoso que el de los presupuestos del Estado que irá acompañado por un CD con canciones basadas en sus letras. Bisanyes cuenta con sus amigos de siempre (que forman legión) y muchos más. Pero tanto en los libros anteriores como en éste, hay dos personas clave: Felip Munar, profesor de Cultura Popular de la UIB, y el pintor Joan Bennàssar. Munar ha prologado los tres. Y de Bennàssar son las portadas y los dibujos del interior. Sin embargo, en este último libro -a punto de salir a la venta- Bisanyes ha conseguido la colaboración de un número importante de artistas. En el CD figuran canciones inéditas de Maria del Mar Bonet, Miquela Lladó, Tiu Grup, Joan Bibiloni, Corda Amarada, Cor de Pollença, Camerata Pollencina, Martí Sáez, Xeremiers Orats, Tomeu Penya y Cor Infantil 7-17. O sea, todo un lujo.
El libro (titulado 'Pollença et duc dins el cor') ha sido editado por el Institut d'Estudis Baleàrics y será presentado públicamente el próximo sábado, día 12 de diciembre, en Pollença. Concretamente a las seis de la tarde, en la iglesia de Monti-Sion.

“ Tan pronto tuve una escopeta en las manos me hice cazador ”

Es desconfiado como el animal de caza. Y campechano cuando comprueba que no hay escopeta que le apunta. Ama la juerga más que el pan, sin que ello le prive de ser un trabajador incansable. Antoni Bisanyes (Pollença, 1944) es jardinero (Jardineria Bisanyes) y, últimamente, glosador a jornada completa.
Le pregunto sobre las causas de esta vocación tardía. Me responde:
Antoni Binsanyes.- Me lo pregunto todos los días y no hallo respuesta.
Mi padre solía componer alguna glosa en los días señalados. Para rematar los almuerzos de Navidad o de Pascua, ya me entiende.
Le hablo de cuando yo era quinceañero
Llorenç Capellà.- Sí.
T.B.- Y cuando veía que se disponía a recitar me escondía debajo de la mesa. No me gustaba nada, nada
L.C.- ¿Y qué le gustaba?
T.B.- La caza. Tan pronto pude sostener una escopeta en brazos me hice cazador. ¡Qué gozada ! Las gloses me importaban un comino.
Aunque de tanto escuchar a mi padre se me pegó su vocabulario.
Sabía más palabras que un diccionario y, además, les daba a todas su justo sentido.
L.C.- Pero a usted no se le ocurrió jamás rimar ni que fuera turrón con camión.
T.B.- ¡Ni eso! Sin embargo, un día, hará de ello cinco años
L.C.- Sí
T.B.- Estaba cortando césped y me sorprendí a mí mismo. Dije, porque lo recuerdo perfectamente
L.C.- Diga
T.B.- "Un temps en el meu hortet/ el regaves cada dia/ i ara no li dius bon dia/ 'ribarà morir de sed".
L.C.- ¿Así ? ¿Cómo el jilguero que un día rompe a cantar ?
T.B.- Exactamente. Y desde entonces no paro. En cinco años he compuesto más de cuatro mil gloses. Y calculo que al cumplir los setenta habré llegado a las siete mil. A mi esposa le digo que después no haré ni una más. Ya me entiende: se lo digo para que contemple el futuro con esperanza.
L.C.- O sea ¿que a ella no le gustan las gloses?
T.B.- Más bien poco. Pero me quiere y me aguanta.
L.C.- Confórmese.
T.B.- ¡Usted dirá! Nunca me quejo. Porque, además, me conozco.
Y no es fácil convivir conmigo. Soy muy dinámico. Quizás en exceso.
Y participo en todas las movidas populares. En mi juventud, por Sant Antoni no se cantaba, eran tiempos oscuros. Pues bien, yo formé las primeras "colles de sonadors". Nos íbamos con la ximbomba al Calvari que, por aquel entonces, era un barrio de clase humilde.
Luego, con el paso de los años, nos atrevimos a bajar hasta el centro del pueblo. Y en el Club, que es el club de los señores, no nos dejaban entrar. Finalmente el conserje nos permitió cantar una sola "tonada" y nos invitó a una copa de mesclat.
L.C.- ¿Me está criticando Pollença ?
T.B.- ¡Jamás! En Pollença todo es poesía. Hay poetas, pintores
L.C.- Un torero
T.B.- Gabriel Nadal. Le he dedicado un ramillete de gloses.
L.C.- Y un futbolista.
T.B.- Joan Forteza. Marcó el primer gol del Mallorca en Primera.
También lo he tenido en cuenta.
L.C.- Y a los políticos ¿los tiene en cuenta?
T.B.- No. Le hago una glosa a cualquiera. Pero a los políticos, no. Ellos que vayan a su aire, que yo iré al mío. Para que me entienda: no quiero problemas.
L.C.- Pero el glosador no puede evadirse de la realidad.
T.B.- Ya lo sé. Y cada día hojeo algún periódico, por lo que soy consciente del mundo en que vivimos. Para entendernos: si alguien me pide una glosa sobre la corrupción no tendré inconveniente en hacérsela. Pero la haré sobre la corrupción en general, sin poner en evidencia a una persona determinada.
L.C.- Usted empezó de cero
T.B.- Hace cinco años
L.C.- Eso es. Pero habrá tenido sus consejeros, sus maestros
T.B.- Tuve la suerte de que me echara una mano Felip Munar, un experto de prestigio. Ahora somos como hermanos. Y cuando le conocí no congeniamos. Él impartía un taller de glosat, en Manacor, y me apunté para ver.
L.C.- ¿Y ?
T.B.- No entendí nada de nada. Así que al finalizar la primera clase le dije que me despedía. Y él, en vez de ofenderse, me brindó su apoyo. Me ha corregido muchos defectos y, sobre todo, me ha animado a seguir mejorando. Pero yo no asisto a sus clases.
Él se viene a Pollença, nos sentamos a manteles, disfrutamos de la vida.
L.C.- Pollença y usted
T.B.- Somos inseparables. Económicamente, las cosas me han ido bien o muy bien con la jardinería. Pero yo soy payés. Vivo en un huerto, Can Ferrer. Y presumo de cultivar los mejores tomates de la comarca. Y las mejores verduras. Y siempre tengo carne de corral o de caza para obsequiar a los amigos. De niño, mi madre me enviaba a comprar a un huerto vecino. ¡Aún recuerdo los vivos colores de los tomates, de los pimientos, de las berenjenas ! He ahí mi mundo: el campo, la caza, una comilona en Marola
L.C.- ¿Cuál es la caza que más le gusta?
T.B.- La del conejo. Tanto con escopeta como con perros. Si me preguntaran con qué me identifico diría que con la caza. Mucho más que con la glosa. Y esto que la glosa es mi pasión.
L.C.- ¿Ha pensado actuar en alguna "vetlada de glosadors"?
T.B.- No me interesa. Acaban criticando abiertamente a éste o a aquél
L.C.- Político
T.B.- Político, sí. Y yo no hago gloses para buscarme problemas.
Además, la glosa escrita está mucho mejor acabada que la improvisada.
Y soy muy tímido. ¿Se lo había dicho ?
L.C.- No.
T.B.- Pues aunque no lo parezca, lo soy. ¡Timidísimo ! Y poco hablador. Incluso huraño ante los desconocidos.
L.C.- Dígame la flor que más le atrae.
T.B.- La rosa, tal vez porque continúa siendo la que más beneficios me deja. Actualmente, en Mallorca, se encuentran flores y plantas de los cinco continentes. Pero la rosa sigue teniendo un tirón inigualable.
L.C.- ¿Cómo se hizo jardinero?
T.B.- Observando. Había sido jornalero en Can Ferrer, antes de comprarlo. Bueno ¡mucho antes ! Y viendo que no iba a salir de la miseria, me coloqué de ayudante de jardinero en Bonaire, en el Mal Pas. Le estoy hablando de cuarenta años atrás
L.C.- Ya.
T.B.- En Bonaire llegamos a sembrar hasta trescientos mil árboles de especies propias del Mediterráneo. El promotor fue el doctor Andreu Vidal, un soñador.
L.C.- ¿Usted sueña ?
T.B.- Más bien procuro tener los pies en el suelo.
L.C.- ¿En qué bolsillo del pantalón lleva la cartera?
T.B.- En el de atrás. Pero, cuando estoy en Palma, en uno de los de delante y la mano encima.
L.C.- ¿Por qué es tan desconfiado ?
T.B.- Pues no lo sé. Pero es lo normal. Si soy adulto ¿cómo voy a ser confiado ? Ahora bien, con los amigos, ningún recelo. Además, soy hombre de palabra. Mi palabra se cumple. Nadie podrá hacerme sonrojar echándome en cara una promesa incumplida.
L.C.- Pero usted firma los contratos
T.B.- Claro. ¿Cómo voy a fiarme de los demás en los tiempos que corren ?
L.C.- ¿Acostumbra a confesarse?
T.B.- ¿En la iglesia ?
L.C.- Sí.
T.B.- Francamente, ni se me pasa por la cabeza acudir a un confesionario.
No, no, nada de eso. En cambio, hablo con Dios. Cuando trabajo, entre glosa y glosa, él y yo hablamos.
L.C.- Los solitarios suelen hacerlo.
T.B.- Es que yo disfruto de la soledad. Trabajo y pienso, trabajo y pienso Pero soy sociable. La amistad es el mejor regalo que nos ha dado la vida.
L.C.- Maria del Mar Bonet canta una de sus gloses, "L'Olivera".
T.B.- ¿Le digo la verdad ?
L.C.- Sí
T.B.- Cuando lo supe me quedé boquiabierto y aún no me he recuperado de la impresión.
L.C.- ¿Cómo se conocieron?
T.B.- A través de Felip Munar. Supongo que le interesó mi lenguaje o mi conocimiento del mundo payés. No sé En "L'Olivera" hay mucho sentimiento, algo así como un diálogo con el tiempo. ¡Un olivo vive mil años ! ¿Qué somos nosotros a su lado ?
L.C.- Nada.
T.B.- Eso: nada. Bueno, aún admitiendo que no somos nada, algo somos, porque yo, en esta vida, me he corrido juergas inolvidables.
L.C.- Dígame ¿qué ha llegado a beberse en una batalla de Moros i Cristians?
T.B.- ¿Lo sabrá mi mujer ?
L.C.- No le enseñe la revista.
T.B.- En todo caso, espero que me perdone. Ya me conoce. Pues mire, unas quince copas entre mesclat y cazalla. Y algunas cervezas para refrescar el gaznate.
L.C.- Otro poema suyo lo canta Miquela Lladó.
T.B.- Me la presentó Joan Bennàssar, el pintor. Joan es otro amigo coral.
L.C.- Pero ¿qué canta, Miquela?
T.B.- Una glosa titulada "Sense tu al meu costat". Es un poema de amor.
L.C.- ¿Se enamora uno, a los sesenta y tantos?
T.B.- Si tiene el corazón de quince ¿por qué no ?
L.C.- ¿Es su caso?
T.B.- Claro. Aunque me enamoro con la imaginación. No crea que busque aventuras.
L.C.- Le creo.
T.B.- Yo sólo noto la edad cuando salgo de caza. Ya no salto los obstáculos con la agilidad con que lo hacía antes. Aunque tampoco me paso horas y horas cazando, así que no me canso en demasía. No disfruto matando. Con dos o tres conejos tengo suficiente.
Y, una vez en el zurrón, a merendar.
L.C.- Con los amigos.
T.B.- Cuantos más, mejor.
L.C.- ¿Cómo conoció a Tomeu Penya?
T.B.- Me presenté en Vilafranca y le ofrecí "Jo cant pe la meva terra", un poema que se adapta perfectamente a su estilo. Congeniamos.
Le encontré en "El Cruce", uno de los restaurantes más famosos de la comarca. ¿Sabe qué comió, Tomeu ?
L.C.- Dígamelo.
T.B.- Arroz de primero y arroz de segundo. O sea, dos platos de arroz. Como los chinos.
L.C.- Demasiado arroz para usted.
T.B.- Seguro. Aunque me gusta. Suelo cocinarlo en compañía. El mejor regalo de esta vida es una comilona, después de la caza, con los amigos
L.C.- ¿Con qué palabras se declaró a la que sería su esposa?
T.B.- Con las más inteligibles que supe para que pudiera entenderme.
Era muy poco romántico en aquellos tiempos
L.C.-
T.B.- Fui algo primitivo. Felip Munar me ha modelado o me ha reeducado. Tenga en cuenta que con doce años cazaba rupits y me iba a venderlos, en bicicleta, a sa Pobla.
L.C.- ¿Para echarlos en el arroz?
T.B.- Eso es. Pero no lo diga, porque igual me multan por matar pajaritos.
L.C.- En su infancia no estaba prohibido.
T.B.- ¡Menos mal ! Uno de mis tíos, sacerdote, se empecinó en hacerme estudiar. Pero yo no llegaba puntual a clase. Si era necesario, pinchaba las ruedas de la bicicleta con una hoja de pita. Y poniendo parches se me pasaba la mañana.
L.C.- ¿Siempre ha sido un niño?
T.B.- Siempre. Si no lo fuera, no sería poeta. Ni daría oportunidad a mi esposa para que me reprendiera una y otra vez. Continuamente.

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