La víspera de Sant Joan es, según la tradición, la noche más mágica del año. Mágica o no, es un revetla a la que se suman miles de personas con ganas de fiesta.
Las playas cercanas a Palma acogieron a cientos de personas que llegaron cuando aún lucía el sol.
Tranquilamente prepararon el fuego, las viandas y las toallas sobre las que las neveras portátiles y los aparatos de música no faltaron.
Las melodías se mezclaban sin que a nadie le importase. Familias, grupos de amigos, adultos y niños disfrutaron de la playa bailando sobre la arena.