El estadounidense Quentin Tarantino es uno de los cineastas vivos más laureados del mundo por películas como «Pulp Fiction», «Reservoir Dogs» o «Malditos bastardos» pero, sobre todo, es un obseso del cine, rodado en 35 milímetros y con la música como protagonista, a ser posible.
«Siempre he hecho mis películas para mí. El resto de la gente son invitados. Estoy seguro de que me gustaría mucho (Pulp Fiction) si la viera ahora por primera vez», ha comentado Tarantino (Knoxville, 1963) en una -atípica- conferencia de prensa durante la 67 edición del Festival de Cannes, donde presentará el filme de clausura: «Por un puñado de dólares», de Sergio Leone (1964), en 35 milímetros.
Cincuenta años después del estreno de aquella coproducción de Italia, España y Alemania que protagoniza Clint Eastwood y que alumbró el género del «espagueti western», Cannes quiere rendirle homenaje a la cinta acunándola con Tarantino, referencia del cine de acción y laureado con la Palma de Oro hace ahora veinte años.
«También (es el aniversario) de las películas de acción como las conocemos ahora, por ejemplo, poniendo la música en valor, no solo como fondo, cuando el montaje se realiza en función de la música», ha resumido el cineasta ante una sala de prensa que le recibió con admiración.
Hijo de una asistente social adolescente y un estudiante de derecho que se divorciaron poco después de la boda, Tarantino se enamoró del cine gracias a su abuela, que a los cuatro años le llevó a ver una película de John Wayne en la que ella tenía un pequeño papel.
Así nació una obsesión por la gran pantalla que le llevó, primero, a trabajar como acomodador en un cine porno en Los Ángeles, el Puschy Cat Theatre, a ganarse la vida en un videoclub después, y a escribir o rodar una quincena de películas entre las que se encuentran reconocidas obras maestras, por fin.
«No suelo hacer una banda sonora original porque no quiero contratar a un compositor que nunca he conocido y darle la música de mi película. No confío tanto en nadie», ha destacado entre risas el estadounidense.
Tarantino ha hablado a una velocidad de vértigo, se ha sacado bromas de la chistera, ha sido expresivo y amable y respondido con profusión a cualquier película de cine. Pisaba un terreno que conoce muy bien.
«Nunca he contado cuantas películas en 35 milímetros y 16 milímetros tengo, no he querido poner mi obsesión bajo el microscopio», ha bromeado un director que casi todos los días se encierra en su sala de cine privada a ver algunas de esas cintas, también las suyas.
Y es que el cine tiene que filmarse en película, dice tajante. Concede que los directores debutantes puedan abrazar el formato digital para dar los primeros pasos en la industria, pues hasta con una buena historia y un teléfono móvil se puede conseguir un resultado interesante.
«Después, ¿por qué un cineasta establecido graba en digital? No tengo ni puta idea, simplemente no lo comprendo», ha subrayado el director doblemente oscarizado, que considera que «el hecho de que la mayoría de películas no se proyecten en 35 mm significa que «la guerra está perdida».
«La proyección digital es ver televisión en público», ha abundado un tipo tan frenético como su cine, quien cree que «no hay esperanza para esta generación, pero quizá la próxima exija verdadero cine. Quizá sean más inteligentes».
A pesar de sus numerosos premios, la Palma de Oro, dijo, ocupa el lugar de más honor en su casa porque «lo único más prestigioso que la lista de directores que la han ganado es la lista de los que no la han ganado».
Entre manos tiene varios proyectos, desde terminar un guión que podría convertir en película, libro u obra de teatro, hasta producir una miniserie a partir del material completo de «Django Encadenado», su último filme.
«Tengo como 90 minutos de 'Django' que no se han visto y mi idea es hacer una edición de cuatro horas, pero no como una película, sino en capítulos de una hora», dice Tarantino, que ve curioso que el público sea reacio a ver una cinta de cuatro horas y que consuman cuatro capítulos de una hora sin interrupción.
En medio de una rueda de prensa ecléctica, con variopintas preguntas a quemarropa, se ha levantado Isbal Hossain Chowdhury, un periodista de Bangladesh que en estos días ha divertido a propios y extraños por su inflexión de voz, particularmente aguda, su profundo amor al cine y su desparpajo con las estrellas que comparecen ante la prensa.
Antes de contestarle, le dice: «Por cierto, me encanta tu voz, tío. Si hay alguien de Pixar por aquí...».Tarantino, en estado puro.