La diseñadora y creadora madrileña lleva viviendo en Mallorca casi toda su vida. Desde que se enamoró de esta tierra y la hizo suya no ha dejado de desarrollar momentos que pertenecen solo a este barco de piedra que cruza sin saberlo el Mediterráneo cargado de culturas. Quizás sea por eso, por estar en ese barco que nos lleva no sabemos a dónde, pero de donde salimos siempre más sabios, más elegantes, más vanguardistas, y tras haber dado la vuelta por colores y formas imposibles la genio nos sorprendió a todos luciendo una túnica efecto lurex, la mar de discreta, y sin embargo capaz de cegar a cualquiera en cuanto se abría.
Ágatha juega con los tejidos, sin traicionarlos. Sin embargo la sorpresa llegó cuando apareció la inmensa Francesca Franco, una de las damas más elegantes del mundo, vestida con un casi clásico vestido de colores que resulta ser una obra maestra de la costura. En costura las costuras ni se han de ver ni notar, ni las telas apretar más de lo debido. La costura embellece, suya es la función, y desde esa noche en la que su esencia se hizo presente en un instante seguimos sintiéndonos mejor. El agua y la belleza purifican, y en esta acción de Ágatha y Francesca se dieron la mano.