Los que siguen estas páginas conocen de sobra a mi adorada Ilona Novackova. La admiro no solo por su evidente belleza física o por ser una madre de dos hijos estupendos que la adoran, igual que ella adora a su madre, que viene a visitarla a menudo desde su Praga natal. Ilona es mágica por muchas razones, fundamentalmente por su generosidad en la amistad y, lo más importante, su capacidad alucinante de superación. Fue y es una modelo respetadísima pero un accidente la destrozó, literalmente.
Los médicos le dijeron que no volvería a andar, y ella dijo que de eso nada. Y anda. Después le dijeron que se olvidara de llevar tacones y su respuesta fue «me encantan los tacones y pienso caminar con ellos». Y anda sobre tacones altísimos y sigue haciéndolo hasta para bailar y saltar de alegría, como nos demostró a todos los que tuvimos el honor de ser invitados a su gran fiesta de cumpleaños. Celebraba una cifra redonda y quiso hacerlo a lo grande en los jardines de la preciosa finca Serena, iluminados con bombillas de verbena bajo las que cenamos en mesas maravillosamente dispuestas y en la mejor de las compañías.
La cena estaba deliciosa. Antes había recibido a sus invitados a las 18 horas para poder fotografiarse con cada uno de ellos y ofrecerles un regalo de bienvenida. Menudo detallazo. Para ese momento eligió un vestido de inspiración romana creado por Vintage Ibiza, de los diseñadores Alberto Serra Ramírez y José Antonio Marí Schroder. También crearon otro vestido para cuando la noche hiciera su aparición, un modelo sugerente y elegante en negro con bordados en oro que a Ilona le favorecía muchísimo. Ambos diseñadores estuvieron presentes, como lo estuvo el gran Pablo Erroz, un genio de la moda con un presente que promete un futuro brillante.
Tras la cena hubo flamenco y pudimos disfrutar de la guitarra del hijo de nuestra anfitriona, Sam Sadler, un genio del flamenco. Hubo baile, y cante del bueno, hasta el momento en que apareció la increíble tarta simulando una botella de perfume de Chanel. Ilona adora la moda, la costura y a los genios que la crean. No faltó Maite Arias, fabulosa con un vestido de su colección. En realidad, había tanta belleza femenina concentrada que es difícil elegir o alabar a alguien, así que lo dejo aquí. Tras la tarta sonó la música de un dj contratado para la ocasión que nos hizo bailar hasta la madrugada. Celebraremos otra en diez años y nos divertiremos todavía, queridísima amiga. Sigo, que esto está que arde.