Nuestra amiga querida Cecilia Maud Sandberg, más conocida como Cecci, quiso celebrar su cumpleaños con una reunión de amigos y familiares en un ambiente fresco pero bonito y acertó de pleno convocándonos para un almuerzo en el Balneario de Illetas, en un día que además nos regaló sol y un ambiente confortable que no hizo más que acrecentar entre todos las ganas de pasarlo lo mejor posible. Y lo conseguimos desde el primer reencuentro, desde el primer beso, desde el primer brindis. Cecci estaba bellísima, más que nunca. Sus ojos brillaban y fascinaban con ese azul indescriptible que pocos sabemos definir si no es desde el romanticismo.
La ilusión en esa mirada vale un mundo, y eso es lo importante de esa mujer elegante, distinguida, de origen aristocrático y mente roquera. Cecci es pura vitamina, y volvió a demostrarlo. Nos encontramos, como les decía antes, en las zonas cubiertas del mítico balneario de la familia Llompart. Temperatura perfecta, mesas dispuestas con gracia, flores frescas, tarjetones personalizados con arte y manteles verdes a juego con los pinos que nos daban cobijo. El aperitivo se encargó de juntarnos, poco a poco. No faltó su marido, ni sus hijos María y Oliver Torrents, con sus hijos, ni la hermana queridísima de nuestra generosa anfitriona, Marian Sandberg, también más guapa que nunca y rodeada de sus hijos Joaquín y Alexandra Prat, hijos del gran e inolvidable Joaquín Prat, que acudieron con sus respectivas familias. Lo cierto es que forman un todo, una unidad familiar que parece indestructible frente al espectador que les observa con un poco de detenimiento.
La familia de las Sandberg es enorme, no solo en número, lo es en muchos aspectos, en modernidad, en clase y en educación, esa que se transmite de generación en generación y que se intuye más que se ve. Se intuyó por ejemplo en el buen ambiente que se creó nada más vernos y abrazarnos, mientras degustábamos el aperitivo y nos contábamos la vida ligeramente o mientras nos colocábamos en las mesas places. Dado que el aperitivo fue largo, se decidió que en mesa se sirviera un solo plato y un postre. Cecci, siempre espléndida, nos agasajó con un bogavante con huevos estrellados sobre patatas fritas que estaba delicioso y un postre femenino a su altura en blancos y rojos de natas y frutos del bosque.
Tras los cafés –no les digo el nombre de todos los invitados porque todos eran importantes y muy conocidos en la sociedad, aunque destaco, eso sí, la presencia encantadora de la periodista Sonsoles Onega, muy amiga de la familia–, llegaron las palabras deliciosas que nos regaló Roberto Fernández al referirse a su esposa, con la que lleva treinta años a prueba de bomba. Forman una pareja magnífica que transmite amor in crescendo. Escuchar ese amor en palabras del hombre nos emocionó a muchos. Cecci parecía estar acostumbraba a escuchar esas palabras sinceras que nos iban describiendo quién es, quién fue y quién será la dama nórdica de corazón mediterráneo que desde muy joven decidió enamorarse aquí, en esta Isla de la que es referente, la misma que se ha beneficiado de sus relaciones internacionales para que conozcan a los mejores artistas, decoradores o propietarios y darles un espacio en sus vidas.
Hay un antes y un después en la inmobiliaria de lujo tras la llegada al negocio de la joven danesa con ganas de ganarse la vida por sí misma sin tener que vivir a expensas de un marido multimillonario. La modernidad de esa familia Sandberg radica ahí, en la libertad que nos han mostrado y nos muestran, y en el inconformismo. Tras los discursos y los cafés comenzó el baile, que se abrió con uno muy romántico de la pareja. Nos unimos todos a esa celebración inacabable para muchos, pues seguimos ahí, bailando con ellos y con todos los demás hasta que la vida misma nos llame. La fiesta acabó porque la hora y los cuerpos lo necesitan, que si no… barra libre. Felicidades, Cecci por ser como eres siempre. Y sigo