Nos vamos de boda. Muchos pueden pensar que una boda en estos tiempos pierde la chispa, pues se equivocan. La boda de María de Lluc Colom Miró y Marc Torrecillas resultó todo lo contrario, fue muy familiar, pero también muy emotiva, y muy divertida. Nada parecido a las que habían asistido las familias hasta entonces. Ni la una ni la otra.
La ceremonia del casamiento se celebró en la capilla de Montesión, que es un lugar idílico que nos acompaña a la Mallorca más auténtica y bella. Solo fueron invitados los 30 familiares más allegados, amigos muy íntimos y, por supuesto, los testigos. El día empezó mal, muy mal, pero es tradición en la familia Colom, así que nadie se asustó.
Los padres de la novia ya se habían casado en Montesión y también les llovió, sus tíos también intercambiaron sus votos en Montesion y también les llovió, y ahora ella también ha vivido la misma experiencia con la ventaja de saber que los matrimonios de sus padres y tíos han sido exitosos. Aquí sirve el dicho de «boda lluviosa, boda dichosa».
La cita era a las 12 en Montesión de Porreres, por la larga tradición familiar que une a la novia con ese lugar. El novio es de Pamplona, se conocieron dando cursos de catequesis, lo que da una idea de lo importante que es para ambos la religión católica en sus vidas. Toda la familia que pudo y sus amigos más allegados se acercaron a celebrar el día con esta pareja joven, guapa y llena de ilusiones que emprende un camino común rodeados del cariño de todos.
La misa la dieron unos sacerdotes conocidos de los novios que vinieron de Pamplona y de Madrid expresamente. Por suerte, a las 13:30h, justo después de la misa, salió el sol, y qué suerte, la verdad, pues parecía imposible que, con el chubasco que caía, en algún momento el sol pudiera hacer su aparición, pero se obró el milagro. La novia eligió para su gran día un elegantísimo vestido que la favorecía muchísimo.
Tras la Misa de Velaciones, una vez dicho el Padrenuestro, se usó una mantilla familiar para cubrir las cabezas de los novios, él impecable de chaqué, ella preciosa con sus cabellos recogidos y adornados con un ramillete de flores blancas en la nuca. Este tipo de ritual en Mallorca es poco usual, pero se está incorporando poco a poco a la ceremonia del matrimonio más elegante.
Tras la oración, la pareja cubre los hombros del hombre y la cabeza de la mujer con un velo –que se les une de hombro a hombro, con un yugo, por lo general, un cíngulo–. El sacerdote celebrante se sitúa frente a ellos y lee las oraciones Oremus, Propitiare y Oremus, Deus qui potestate. Concluida la lectura, la misa continua de la forma habitual. Antes de concluir, el celebrante reza la oración Deus Abraham. Se les retira el velo y se les recuerda el cumplimiento de sus deberes conyugales. Una belleza de ritual que está cogiendo fuerza entre muchos jóvenes de la sociedad conscientes de la importancia de la unión.
Pero también hubo fiesta, en casa de los padres de la novia, donde se celebró un almuerzo riquísimo y a la antigua, cuando quien más quien menos celebraba su boda en el salón de su casa. Llamó la atención por lo bellísima que estaba la doctora Marga Jaume, la prometida del farmacéutico Joan Colom, que están en capilla desde hace un año. ¡Con el aforo limitado qué bonito es poder disfrutar de los novios! El convite principal debido a restricciones tuvo que ser en casa familiar, las dos familias juntas y nadie más. Pero por suerte, pudieron celebrarlo en varios momentos con todos.
A las 18h se sirvió un postre con los primos y tíos y, finalmente, un resopón desde las 20:30 hasta las 22:30 con los amigos de los novios hasta que sonó el toque de queda. Podríamos decir que fue una boda por partes, emotiva en cualquier caso, se pudo echar de menos el baile, pero qué más se puede pedir cuando ves a los novios felices, aceptando la dureza del momento y los invitados, encantados de estar al máximo con ellos. Fue impresionante. Voy con un poco de humor ácido para desempalagar, pero es que lo que me gusta una boda bonita es indescriptible.