En fin, los que están sudando la gota gorda son los hosteleros de Mallorca y de España entera, que son muchos millones de personas con unas restricciones que no son igual en toda la Península. Aquí nos ha tocado la peor parte. El Govern ha impuesto unas leyes inasumibles por gran parte de ellos.
Lo explicó muy bien en Espejo Publico de Antena 3 Jaume Colombás, antes de que pudieran comenzar a abrir su terraza. Su testimonio es revelador de una realidad extremadamente dura, no sé yo si necesaria.
Más vale que así sea porque, si no, tras el sacrificio vendrá la orgía final de una fiesta que comienza a ser muy necesaria. Por eso el primer día que se reabrieron las terrazas el fotógrafo de estas páginas recorrió varias de las terrazas de Palma, las más emblemáticas, para captar el ambiente que se vivió ese primer día de alegría en el momento del primer brindis por la vida que continúa, sin olvidar a todos aquellos que están sufriendo en sus carnes los estragos de la enfermedad, o los que tienen que ponerse a la cola del hambre para poder alimentar a sus familias.
En estas imágenes tan alegres también les recordamos, pero les digo una cosa cierta, sin frivolidad no hay vida y cuanto más dura es más hay que reírse, de uno mismo y con los demás. Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que escribió El Gatopardo, pertenecía a una familia aristocrática, participó en dos guerras mundiales y viajó extensamente por Europa.
Decidió dedicarse a la literatura en los dos últimos años de su vida y escribió El Gatopardo, su única novela, publicada póstumamente en 1958 y premiada después. Se lo recuerdo, porque es más conocida la película que hizo Visconti, del que soy fan, que el libro que alimenta desde niño mis fantasías mundanas. Si este príncipe pudo reponerse y triunfar después de muerto, todos podemos reinventarnos o rehacernos tras la tormenta vivida. En ello estamos.