«Estoy enfermo, necesito ayuda». Sebastián P.B., conocido como 'el violador del ascensor', ha sido el peor pederasta cazado nunca por la policía en Palma. En 1990 fue condenado a 68 años de cárcel por 16 abusos sexuales a niñas y y cuatro violaciones, y en 2005 a otros 84 años de prisión por 14 nuevos ataques sexuales. Esta es la crónica de un sádico que aterrorizó a adolescentes durante años en la ciudad y se convirtió en el objetivo número uno de la policía. Se cumplen 20 años de la caída final del pervertido.
«Nací el 18 de marzo de 1961, de una familia humilde y cristiana. Mi vida empieza cuando vivía en el Molinar. Estuve viviendo en esa barriada hasta que cumplí los cinco o seis años, jugando con niñas/os a toda clase de juegos educativos», contó en una carta en 2005 el delincuente.
«Los amigos/as siempre me llamaban «Tito», porque siempre estaba hurgándome la nariz con los dedos. Muchas veces le levantaba las faldas a las chicas, eran juegos de niños. Mi prima y yo nos escondimos juntos, y sin intención, no sé cómo fue, me bajé la cremallera, le enseñé el miembro viril, ella, asustada, se fue», añadió.
De su adolescencia explicó: «Fui al colegio Infante Don Felipe, hasta los 15 años, empecé a ayudar a mi padre, pero yo no pude entrar en su empresa porque tenía antecedentes por robar una moto. Cuando ya vivía en el Coll, era verano, una tarde me fui a Can Pastilla. En una finca subía una joven, la intenté manosear, se defendió y me fui. Iba caminando por la calle, los hermanos me cogieron, me llevaron a casa de mis padres y le dijeron lo que había pasado».
Sebastián añadió: «Cuando cumplí 18 años empecé a trabajar de peón de baldosero, fue cuando conocí a mi ex esposa. En el año 80-82 me tuve que ir a la «mili», me tocó en Melilla y me alisté en la legión. Cuando terminé volví a Mallorca y volví a ver a la chica y a mis padres».
En la misiva, escrita como forma de perdón a las víctimas, continuó relatando: «En un bar estaban echando una película de vídeo. No la vi pero el título era 'Trampa para un violador'. No sé cómo fue que al oír el título de la película, cogí el autobús y me fui a Palma sin intención de cometer ningún delito».
«Pero al pasar por un portal de una finca -concluyó- vi a una chica, la seguí sin intención de nada, lo único que quiero es que me enseñen las bragas. Me las enseñó, me corrí, pero sin tocarla. Después por la tarde mi ex esposa y yo nos fuimos al psiquiatra a ver a su padre, estábamos a la altura del instituto de la Plaza del Tubo, me di la vuelta, vi a un hombre que iba con su hija, era el padre de la niña, el padre me pegó, me llevó a comisaría, quedé detenido».
La primera vez que cayó, policialmente hablando, Sebastián tenía 29 años y estaba casado y con un hijo. Entre 1985 y 1987 abusó de una veintena de niñas y adolescentes, siempre con el mismo método: las seguía hasta el portal de su casa palmesana y se colaba con ellas en el ascensor. Era entonces cuando esgrimía un destornillador o una navaja y amenazaba de muerte a las víctimas.
Luego, las arrastraba hasta la azotea o el cuarto de contadores y las sometía a abusos sexuales. La Policía Nacional se volcó en el caso y se destinó a numerosos agentes a dar caza al 'sádico del ascensor'. Los meses fueron pasando y finalmente Sebastián cometió un error fatal y fue detenido. De los 68 años que le cayeron de condena cumplió 17 en la prisión de Herrera de la Mancha, donde fue violado por otros presos, según su relato.
En 2002 salió en libertad, pero el mallorquín seguía siendo un peligro para la sociedad. Y nadie lo valoró a tiempo. En esos años volvió a cometer los mismos asaltos a niñas, de entre siete y 17 años, y en una ocasión también abordó a una joven de 20. Fue una carrera delictiva frenética y contabilizó hasta 14 víctimas en poco tiempo. La Policía, tras escuchar los relatos de las niñas, llegó a la conclusión de que el 'violador del ascensor' había vuelto. Y no se equivocaban.
Y en cuanto se comprobó que, en efecto, había salido de prisión, quedó en el punto de mira de los investigadores, que no tardaron en detenerle. Sebastián, de nuevo, confesó sus fechorías y pidió públicamente que le aplicaran la castración química, porque se consideraba un enfermo que no podía controlar sus impulsos sexuales. Contó que a los 15 años fue violado y que ese episodio marcó su vida. Fue defendido por el letrado Juan Carlos Rebassa.
Pidió perdón a sus víctimas, pero los investigadores sabían que en realidad solo esperaba el momento de estar en la calle, libre, para volver a actuar. Su juicio en 2005 en la Audiencia de Palma despertó una enorme expectación mediática. Sebastián, de nuevo, pidió que lo castraran químicamente, y trascendió que en su primera condena estuvo tres meses medicado, con unas pastillas muy potentes, que según él le bajaron la libido.
Volvió a relatar supuestos episodios en los que él fue la víctima, como cuando unos presos lo abordaron en las duchas de prisión y lo violaron. Y pidió perdón «porque soy un enfermo». Finalmente, fue condenado a 84 años de cárcel por sus últimas 14 agresiones sexuales e ingresó en prisión. Luego fue trasladado a la penitenciaría de Mansilla de las Mulas, en León, y curiosamente coincidió con dos hijos de 'La Paca': 'El Chencho' y 'El Ico'.
Con el primero, incluso, parece ser que llegó a compartir celda. Supieron que era de la Isla porque en una ocasión, en el comedor, se le escapó un 'bon profit' con un pronunciado acento mallorquín. Antes, había contado que era catalán y que estaba en prisión porque durante una reyerta había apuñalado a otro varón. Quería evitar, a toda costa, que supieran que era un pederasta en serie. Porque sabía lo que le esperaba.
La condena de 84 años de cárcel a Sebastián era, en realidad, engañosa. Debía cumplir, como mucho, veinte años. Y ya se han cumplido. Es decir, Sebastián vuelve a estar en la calle.
Haberlo dicho desde el principio que el pederasta y violador en serie vuelve a estar libre. ¿Qué tal si publican una foto actual del tipejo para que los padres lo podamos identificar y mantener a nuestras hijas lejos de él? ¿Qué tal si una de esas juezas tan hembristas hace algo útil por una vez para la sociedad y le imponga el usa de una tobillera electrónica? En una sociedad sana este tipo jamás volvería a ver la luz del sol.