El 12 de mayo de 2016 el empresario y cazador Bernardo Ferrá Mesquida, de 65 años, mató con su escopeta, de varios tiros, a Juan José Piña González, de 36 años, y luego se suicidó con el mismo arma. La víctima era el novio de la exmujer de Ferrà y el asesino estaba obsesionado con él porque no superaba que ella hubiera roto la relación y hubiera rehecho su vida. Esta es la crónica de un crimen que conmocionó a Santa Ponça y que convirtió al hombre tiroteado, un año después, en la primera víctima masculina de violencia machista reconocida en Balears.
El empresario Bernardo Ferrá mató a Juan José Piña «para hacer daño» a su exesposa, Olga Bulashova, con quien tenía una hija en común de 12 años de edad. La mujer, de origen ruso, fue agredida, pero pudo escapar aquella noche fatídica. Ocurrió en la madrugada del día 12, sobre las tres. El matrimonio llevaba unos meses separado y ella había rehecho su vida con Juan José Piña. El joven estaba amenazado de muerte por el empresario. Nunca lo denunció.
El despecho y los celos, poco a poco, fueron enloqueciendo al transportista mallorquín, que se había jubilado hacía poco y que también era un veterano cazador. Inicialmente había aceptado con resignación que su mujer estuviera con un hombre más joven que él, pero le insistía en que quería verla a menudo, con cualquier excusa.
Un viaje de la nueva pareja a Rusia, donde Olga presentó a Juan José a su familia, parece ser que desató la furia del empresario, que urdió una sangrienta venganza contra él. Era un jueves, de madrugada, cuando Bernardo Ferrá cogió una de las cuatro escopetas que tenía legalmente registradas.
Su hija estaba durmiendo en la casa, en el número 3 de la Gran Vía Puig de Randa, en Santa Ponça. No se enteró de que su padre salía a la calle. El sexagenario, que lo tenía todo perfectamente planificado, caminó un kilómetro, escopeta en mano, y llegó al número 5 de la Gran Vía Serra d'Alfàbia. Allí estaba su objetivo: Juan José Piña.
Los investigadores de la Policía Judicial de la Guardia Civil, que se hicieron cargo de la investigación, no advirtieron señales de que hubiera forzado ninguna puerta o ventana, por lo que la hipótesis principal apuntaba a que Bernardo sabía que la finca estaba en reformas y que la puerta de la cocina estaba abierta.
Ya en el interior de la casa, parece ser que se descalzó para no hacer ruido. Subió hasta la primera planta, donde dormían su ex Olga y su novio en una de las habitaciones, y los despertó de un bramido seco. La reconstrucción de los hechos determinó que Juan José, alarmado por la presencia amenazadora del intruso armado, trató de incorporarse, pero el cazador le descerrajó un tiro a poca distancia, a bocajarro, que le impactó en el pecho y le causó lesiones fatales.
En ese momento se produjo un violento forcejeo entre el asesino y su exmujer, y el cazador le anunció: «No te preocupes, a ti no te voy a matar», lo que confirma que tenía el asalto planificado de antemano y que, despechado, quería hacer un daño emocional irreparable a Olga. Durante unos momentos, la pareja forcejeó y la lucha se trasladó al piso de abajo, hasta que el agresor golpeó a la mujer en la cabeza -presumiblemente con la escopeta- y la dejó aturdida.
Luego, con una sangre fría espeluznante, entró en una habitación colindante, se recostó en un sofá y se colocó la escopeta contra la cabeza. Después, apretó el gatillo. Mientras tanto, la mujer había podido salir a la calle, sangrando por la cabeza, y pidió ayuda a gritos. Cuando la primera patrulla policial llegó a esa finca de Santa Ponça se encontró con una escena dantesca: Juan José yacía asesinado a tiros y a escasos metros Bernardo se había volado la cabeza.