Agrandes males, grandes remedios. El Ayuntamiento de Llucmajor no quiere que el conflicto se le vaya de las manos y decidió cortar por lo sano. Por ese motivo, a primera hora de este jueves, la brigada municipal de obras procedió al tapiado de todas las entradas del local ocupado por los argelinos. En cuestión de minutos, un ingeniero municipal se presentó en el lugar, redactó un informe técnico donde se especificaba que el inmueble okupado en cuestión presentaba un inminente riesgo de derrumbe y peligro para las personas.
Acto seguido, se remitió por parte de la Policía Local de Llucmajor la documentación al juzgado de guardia y se culminó el tapiado más rápido de la historia del municipio. Como suele decirse, muerto el perro, se acabó la rabia. A partir de ahora, los conflictivos jóvenes de nacionalidad argelina que llegaron tiempo atrás en patera y que se dedican a delinquir, se han quedado sin piso franco. Es decir, sin morada donde refugiarse y poder repartirse el botín de sus robos.
No se dejen engañar. En esta historia ni unos son tan buenos ni otros tan malos, pero los clanes gitanos de s'Arenal no están dispuestos a permitir que jóvenes argelinos violentos y con fuertes vínculos con la droga se apoderen del barrio o les monten negocios paralelos que puedan hacerles competencia. Al igual que sucedió en Son Gotleu, los vecinos de Llucmajor han estrechado lazos y se han unido en una extraña alianza. Payos, gitanos, africanos, paquistaníes y sudamericanos, contra los recién llegados. «No queremos argelinos. Fuera de nuestro barrio. Si en Son Gotleu tardaron una semana en echaros, en s'Arenal duraréis dos días».
Estas son las proclamas de los residentes de una zona turística de segunda y tercera línea de playa en completa decadencia que precisa, de forma urgente, un plan de mejora y modernización. Lo último que necesita este barrio es un nuevo colectivo de delincuentes que están enganchados a las drogas y que cuando tienen el ‘mono' salen a robar.