En la primavera de 1997, el músico mallorquín Francisco Javier Ginestar abrió la puerta de su piso alquilado en la avenida General Avilés, en Valencia. La ciudad a la que se había trasladado para prosperar. Fue la última vez que alguien le vio con vida. Su cadáver, cosido a puñaladas, fue hallado cinco días después. En 2010, trece años después, el principal sospechoso fue detenido por otro crimen. El mozo de autopsias, experto en cadáveres, fue acusado formalmente de los dos asesinatos. Pero nunca se pudo probar que hubiera matado al mallorquín.
Francisco Javier estaba separado y tenía un hijo de cinco años. Desde 1995 vivía en un piso alquilado de la avenida General Avilés de Valencia, a donde se había trasladado en busca de un futuro mejor. Había acabado quinto de solfeo y trataba de abrirse camino como músico. Su cadáver fue descubierto en la casa, después de que sus allegados se extrañaran de que no diera señales de vida durante esa semana. Al entrar, se encontraron con su cuerpo lleno de puñaladas. Algo llamó la atención del Grupo de Homicidios: la puerta no estaba forzada y toda indicaba que el músico había abierto porque conocía a su asesino. Y no sospechaba lo que estaba a punto de ocurrir.
Tras ser inspeccionado de manera exhaustiva, los agentes hallaron algunas huellas que les llamaron la atención. Una de ellas pertenecía a un mozo de autopsias apodado "Sebas", que trabajaba en el Instituto Anatómico Forense de Valencia, como ayudante de forense. Era cocainómano y tenía fama de ser muy violento, así que se convirtió en uno de los principales sospechosos. Sin embargo, tenía una coartada que le salvó. La novia de Francisco Javier era su prima, por lo que podía justificar sus visitas al piso de General Avilés. Así pues, Sebastián nunca fue acusado formalmente del crimen del mallorquín y el caso, poco a poco, cayó en el olvido policial y fue archivado.
Hasta que el 1 de octubre de 2010, en un piso del barrio de Malilla, se repitió la macabra secuencia. Un electricista llamado Daniel, que vendía cocaína, abrió la puerta a un amigo. Fue lo último que hizo: recibió 52 puñaladas y murió allí mismo. En aquella ocasión, "Sebas" no tuvo tanta suerte. Al menos tres testigos lo vieron saltar por una terraza y días después fue detenido. Se le acusó también del crimen del músico mallorquín, cometido trece años y medio antes, aunque él siempre lo negó. También fue detenido su hermano y un amigo, y Sebas acabó en prisión preventiva, a la espera de juicio.
En febrero de 2013, un jurado popular lo declaró culpable de un delito de homicidio, por el crimen de Malilla. Por el del mallorquín nunca fue juzgado. El acusado mantuvo durante el juicio que que no tuvo nada que ver con el crimen, y aseguró que "nunca" podría haber hecho algo así. El tribunal, finalmente, lo condenó a 14 años de cárcel. Hoy, 26 años después del crimen del músico, nadie ha pagado por aquella salvaje agresión.