Ana María Minissale, de 45 años, y Daniel Allan Woolcock, de 30, formaban una extraña pareja: discutían a todas horas y se relacionaban poco con sus vecinos del barrio de El Terreno, en Palma. Ella había trabajado limpiando barcos, cuidaba ancianos y era camarera en un pub. Él era albañil, pero su pasión era pinchar discos. El 19 de agosto de 2005 sus cadáveres fueron hallados en el sótano en el que vivían. Él la había matado a martillazos y después se había ahorcado junto a ella. Esta es la crónica de un asesinato que impactó a ese vecindario palmesano por la brutalidad con la que el criminal se ensañó con su novia.
Los dos británicos llevaban unos cuatro años residiendo en aquella casa de la calle Salut, a la altura del número 61. Eran británicos y sobre todo Ana María, que hablaba un fluido castellano, era correcta con sus vecinos, aunque no tenían grandes amistades en los alrededores. En verano, su hermano venía a verla, y pasaban temporadas juntos. Daniel Allan soñaba con ser Disc jockey profesional, pero solo había pinchado en tugurios de Gomila y algunos pubs de Palma.
Agosto languidecía, pero las temperaturas seguían siendo tórridas. El día 19, una vecina llamada Rosa ya no pudo más. Llevaban días aguantando un hedor insoportable, que procedía de alguna parte del edificio. Al principio, pensaron que se trataba de las tuberías, que estaban atascadas. Después sopesaron la posibilidad de que un animal estuviera muerto dentro del complejo, pero no encontraron nada. Ese día, finalmente, decidieron llamar a la policía. Los agentes, por experiencia, saber que un hedor muy intenso puede significar la presencia de un cuerpo en descomposición, por lo que acudieron a la calle Salut y comprobaron que los únicos vecinos de los que no se tenía noticias eran Ana María y Daniel Allan.
A través del patio trasero de la casa de un residente pudieron llegar a la vivienda de la pareja británica. La puerta estaba abierta. La escena que se encontraron fue macabra: a ella le habían fracturado el cráneo a martillazos y junto a su cadáver colgaba su novio, ahorcado con una cuerda en el salón. Los dos cuerpos estaban en avanzado estado de descomposición, hinchados por las altas temperaturas. En la vivienda aparecieron algunos restos de sustancias prohibidas. El inmueble fue precintado y el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional se hizo cargo de la investigación. Tras unas exhaustivas pesquisas, para descartar que se hubiera tratado de un doble crimen, los investigadores concluyeron que Daniel Allan atacó a su novia con un martillo y tras matarla se desnudó. Este detalle nunca quedó suficientemente explicado. Acto seguido, sacó una cuerda de escalador, la ató al techo y se quitó la vida. El martillo cayó a sus pies, ensangrentado.
La británica Edna Wilkinson fue ingresada en Son Dureta, intentando digerir los tristes acontecimientos que desembocaron en el asesinato de Ana María Minissale. Wilkinson había vivido los últimos 23 años en la Isla, de los cuales Ana María cuidó de ella prácticamente en su totalidad. La anciana explicó, desde la cama del hospital al que fue trasladada tras conocer los hechos, cómo el presunto asesino también solía visitarla a menudo ya que, «no hace falta tener una excusa para llamar a mi puerta. No dejo a nadie fuera». Además, definió a Daniel como un hombre «introvertido, caprichoso e incapaz de regalar sonrisas» del que, sin embargo, nunca imaginó que fuera capaz de hacer algo así. «Los primeros dos días no podía creerlo, estuve en casa de un amigo, distraída. Pero tras la reacción inicial, me senté a pensar en lo ocurrido. De repente me vino a la cabeza que no la volvería a ver, que no la vería entrar de nuevo en mi casa, y comencé a encontrarme muy mal. Empecé a sentir palpitaciones y me fallaba la respiración, así que me trasladaron aquí», afirmó la anciana, hundida.
El bar Sindy's, local en el que trabaja Robert, hermanastro de la fallecida, era uno de los más frecuentados por la pareja. Una de sus trabajadoras, Sarah, comentó que «era un matrimonio como el de cualquier pareja convencional, llevaban unos nueve años juntos. Sin embargo, hacía unos 18 meses que la relación estaba deteriorada». Además,apuntó que Daniel no era muy trabajador, «ejercía de disckjokey en algún bar del Paseo Marítimo, pero quien traía el dinero a casa era Ana. Muchas de sus discusiones giraban en torno a este asunto», y acabó sugiriendo que sus problemas estaban relacionados con el consumo de drogas por parte de Daniel
Otros vecinos entrevistados por este periódico coincidieron en que la chica era "agradable", pero que las peleas eran continuas y oían gritos de ambos a todas horas. Algunos apuntaron a que los problemas económicos podían ser la causa de tantas disputas. La autopsia, practicada poco después del hallazgo de los dos cuerpos, confirmó que el crimen y suicidio se había producido muchos días antes, casi una semana. Un dato que llamó la atención de la policía es que en ese tiempo nadie echó en falta a la pareja, algo bastante inusual. El juez del caso fue Antoni Rotger y el médico forense Julio López Bermejo. Al morir el asesino, el caso quedó archivado. Nunca se ha aclarado por qué Daniel Allan, el joven británico que soñaba con ser un DJ internacional, empuñó aquel martillo y atacó a su novia.