Un viernes 30 de enero de 2004 el cadáver de María Isabel Ferrer Segura, una vecina de Son Cladera de 34 años, fue hallado en un camino pedregoso de un bosque de Puntiró, a las afueras de Palma. El asesino le había destrozado la cabeza a pedradas. Su novio, Hamid Guezzar, un marroquí de 28 años, se convirtió desde el mismo día en el principal sospechoso, ya que había huido a su país tras la desaparición de la mujer y contactó con la familia política para desvelarles donde estaba el cuerpo de María Isabel. Esta es la crónica de un crimen que, judicialmente, concluyó con una condena de 23 años para el magrebí, que negó los hechos: «Ha sido la mafia, yo no he tenido nada que ver».
La pareja tenía un hijo de corta edad en común y su relación, según confirmaron los investigadores, estaba plagada de altibajos por «celos mutuos». Hamid era un viejo conocido de la policía, con antecedentes por venta de éxtasis y un carácter violento, que maltrataba a su novia mallorquina. María Isabel, por su parte, tenía otro hijo de una relación anterior. Ese 30 de enero, la mujer siguió a su novio hasta Pere Garau y cuando aquél lo descubrió se enfureció. Sin embargo, la convenció para que ambos se subieran a su Seat Ibiza. Condujo en dirección a Son Ferriol y llegó a la finca Es Barranc, en Puntiró, un paraje apartado que conocía porque había trabajado en un invernadero de la zona.
Todo apunta a que la llevó allí engañada. Subieron por una pendiente, caminando, y de repente el marroquí comenzó a lanzarles piedras en la cabeza, con gran violencia, hasta que la dejó medio aturdida y sangrando. María Isabel, con todo, consiguió huir unos metros, pero su asesino corrió tras ella, apedreándola a distancia, hasta que la abatió. Una vez en el suelo, se colocó sobre ella en horcajadas, la inmovilizó y cogiendo otra gran piedra le reventó el cráneo. La víctima fue descubierta días después, cuando Hamid se puso en contacto con su familia y desveló dónde estaba su cuerpo. Él había huido la tarde del crimen de Palma y en Son Sant Joan tomó un vuelo a Madrid. De allí voló a su país, donde se refugió varios meses.
Motoristas de la Policía Nacional, alertados por la familia de la mujer, comenzaron a rastrear el paraje descrito por Hamid. Al poco tiempo, en mitad de un camino de montaña, entre s'Hostalot y Puntiró, descubrieron su cuerpo, boca arriba y con al menos trece marcas de pedradas en la cabeza. En los alrededores también había sangre y restos de la brutal agresión, que se prolongó durante muchos metros hasta que finalmente María Isabel fue asesinada. El escenario fue precintado y la Policía Judicial buscó pruebas de lo ocurrido. Cuando se supo que Hamid había huido, se convirtió en el principal sospechoso. Y el único. Dos meses después, el presunto traficante regresó a España y entró en Melilla, donde fue detenido. Dijo que quería ver a su hijo en Mallorca y cambió su versión inicial de los hechos.
Ahora ya no era él el asesino, sino una mafia de traficantes. Tras permanecer en prisión preventiva, Hamid Guezzar fue juzgado en la Audiencia de Palma por un jurado popular. Fernando Ferrer, hermano de la víctima, explicó a los miembros del jurado: «La muerte de María Isabel nos ha cambiado la vida para mal, hemos perdido al hijo mayor porque su padre habló mal de nosotros y ahora estamos pendientes de que no nos quiten al pequeño». Fernando mostró su deseo de que «este hombre (Hamid Guezzar) cumpla el máximo número de años posible en la cárcel por lo que le hizo a mi hermana».
Durante el juicio, Hamid Guezzar se declaró inocente de todos los cargos que se le imputaban y acusó a «la mafia de la droga» de ser la responsable del asesinato de María Isabel Ferrer. "Ella traficaba con drogas. Había robado 10.000 pastillas a la mafia y la habían amenazado", sostuvo, aunque nunca le dieron credibilidad. Según él, la mujer le llamó varias veces la mañana del crimen "y me dijo que iba a devolverles la droga". También aseguró que los narcos habían contactado con él para decirle que lo matarían, junto a su hijo. El fiscal Miguel Ángel Anadón y la acusación particular solicitaron a la magistrada, Margarita Beltrán, una condena de 25 años de cárcel para Guezzar, mientras que la defensa, pidió la pena mínima.
A finales de julio de 2005, la presidenta del Tribunal del Jurado impuso una pena de 23 años de cárcel a Hamid Guezzar, por un delito de asesinato con el agravante de parentesco y que indemnizara a cada uno de los dos hijos de la víctima con 150.252 euros por daños morales. Los investigadores concluyeron que la muerte de la mujer fue "lenta y dolorosa" y que presentaba más de treinta hematomas en todo el cuerpo. El marroquí siguió insistiendo en que había un testigo clave que podía exculparlo, y cuando salió de la Audiencia, repitió: "Soy inocente".
En noviembre de ese año, el condenado se sentó de nuevo en el banquillo de los acusados, por una agresión anterior a María Isabel. Había ocurrido en la madrugada del día 21 de enero de 2003. Hamid golpeó en el rostro a su compañera, causándole una lesión en el labio, por la que recibió varios puntos de sutura. La mujer presentó una denuncia contra su compañero sentimental, pero después se arrepintió e intentó retirarla. Pese a todo, el caso siguió adelante. En esa ocasión, Hamid se declaró culpable y aceptó una nueva pena. En este segundo caso no pudo escudarse en supuestos mafiosos y testigos fantasmas.