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El atroz asesinato de María Nicolau, la cuponera de Capdepera: quemada viva para robarle 100.000 pesetas

En septiembre de 1996 un salvaje crimen estremeció a Mallorca. La víctima, una vendedora de cupones de 29 años de edad, muy querida, era madre de cinco hijos.

La forense Emilia Salas y el juez Martínez Espinosa examinan el cadáver carbonizado de María Nicolau. | Javier Jiménez

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Un aciago 10 de septiembre de 1996 la vendedora de cupones María Nicolau, de 29 años, desapareció misteriosamente en Capdepera. Era madre de cinco hijos y su esposo estaba en prisión. Diez días después, su cadáver amordazado y calcinado apareció en un vertedero. Tres delincuentes habituales -dos hermanos y su sobrino- fueron encarcelados por el salvaje robo y asesinato de la cuponera, a la que quemaron viva para robarle 100.000 pesetas de la época. Esta es la crónica de una desaparición y un crimen atroz que mantuvo en vilo a Capdepera hace ahora 26 años.

María arrastraba graves problemas de visión y residía con su familia en un piso de la calle Mestre Vicens Nadal, en Cala Rajada. Ese detalle, a la postre, fue su perdición. Uno de sus vecinos era Pedro Gelabert Vidal, un peligroso delincuente común apodado 'el Nene'. Era heroinómano y bajaba continuamente a Son Banya, en Palma, y Es Serralt, en Manacor, en busca de su dosis. Se trataba, además, de un yonki tremendamente habilidoso a la hora de embaucar a las personas. Podía ser encantador y disimular su síndrome de abstinencia, hasta camelar a sus víctimas. Y eso fue precisamente lo que hizo con la inocente María Nicolau, una joven que había superado múltiples adversidades en la vida y que, pese a todo, era muy confiada. En el pueblo todo el mundo la quería y era muy popular porque vendía cupones. A 'el Nene' le hacía algunos préstamos, pero el hampón siempre se las apañaba para engañarla y nunca le devolvía el dinero.

Foto de los investigadores, de izquierda a derecha: Juan Galán, Joaquín, Tomás Sastre, Martínez Espinosa, Cosme, Fermín Otamendi y Federico.

El martes 10 de septiembre, cuando llevaba encima 100.000 pesetas (unos 600 euros de ahora), la mujer no regresó a casa. Enseguida saltaron todas las alarmas, porque tenía a cinco hijos a su cargo, que la estaban esperando, y no cuadraba una desaparición voluntaria. En los primeros días, reinó cierta confusión en la búsqueda y falló la comunicación entre la Policía Local y la Guardia Civil de Artà. El día 16, los agentes municipales pararon en un control rutinario a 'El Nene', al que conocían sobradamente. Registraron su coche y su riñonera, en la que encontraron una alianza con la inscripción «Oswaldo y María». Él, siempre rápido con las excusas, contó que era de su hermana, y le dejaron marchar. Nadie cayó en que la desaparecida estaba casada con un varón llamado Oswaldo.

Al día siguiente, el anillo llegó al despacho del juez Francisco Martínez Espinosa, un trabajador infatigable que llegó a ser el decano de los magistrados. Cuando tomaba un café con el brigada Tomás Sastre, una leyenda de la Guardia Civil y el jefe de la Policía Judicial de Manacor, le mostró casualmente la alianza. Sastre, con su olfato habitual, vio el cielo abierto: la cuponera desaparecida en Capdepera se llamaba María y él sabía que su esposo era Oswaldo porque cualmente lo había detenido en una ocasión. Las piezas del puzzle empezaban a cuadrar; 'el Nene' tenía la clave para llegar hasta María. Pedro Gelabert Vidal fue sometido a una discreta vigilancia, sin que él lo advirtiera, y aparecieron en escena otros dos sospechosos habituales: los hermanos Joaquín y Domingo Vidal Avellaneda. Eran los tíos de 'El Nene' y, al igual que él, acumulaban detenciones y una afición desmesurada por las sustancias prohibidas. El siniestro trío, pues, tenía la clave del caso.

Joaquín y Domingo Vidal Avellaneda, los dos condenados por el terrible asesinato de la cuponera de Capdepera.

La maquinaria policial ya se había puesto en marcha y el cerco se fue estrechando sobre los tres familiares. Sólo faltaba descubrir dónde tenían retenida a la madre de cinco hijos y el día 19, Domingo Vidal se acercó a un policía de Capdepera y le comentó que quería hablar con él, pero en un lugar apartado de miradas indiscretas. Se trasladaron hasta unos acantilados y allí, con cierto misterio, realizó algunas insinuaciones sobre su sobrino. Añadió que Pedro había aprendido en la cárcel que si mataba a alguien debía quemar el cadáver y que el incendio debía realizarse en un lugar «que no llamara la atención». Ese recinto podía ser el vertedero de Son Terrasa y al día siguiente, 20 de septiembre, cuando se cumplían diez días de la desaparición de María Nicolau, su cadáver amordazado y calcinado fue hallado en aquellas instalaciones. Estaba boca arriba, pero los forenses Emilia Salas y Javier Alarcón concluyeron que cuando la habían quemado viva la posición era boca abajo, por lo que alguien había movido el cuerpo.

Joaquín, Domingo y Pedro fueron detenidos y, al principio, confesaron su participación en los hechos, aunque luego se retractaron. A la cuponera la habían engañado vilmente para robarle la recaudación de los cupones. Con el dinero bajaron a Son Banya, a por heroína, y la retuvieron en un Renault 12, propiedad del primero. Ese coche, de hecho, fue intervenido esos días por la policía de Palma, por una infracción, aunque no sabían que tenía relación con la desaparecida. Luego, en el vertedero, la golpearon con saña en la cabeza, la amordazaron y le prendieron fuego. La gasolina la había comprado en una estación de servicio de la carretera de Manacor a Felanitx y la introdujeron en varias botellas amarillas de lejía. Esos envases fueron hallados vacíos en una cisterna de la carretera de Capdepera por los submarinistas de la Guardia Civil (GEAS).

Los forenses Emilia Salas y Javier Alarcón explicaron al jurado popular las circunstancias de la muerte de María Nicolau.

En aquella época se hablaba insistentemente en los medios de comunicación sobre los errores en la investigación por la violación y crimen de las tres niñas de Alcásser, por lo que el brigada Sastre tomó una decisión inédita: después de que el juez ordenara el levantamiento del cuerpo carbonizado de la cuponera, se llevó la tierra que había en el perímetro donde apareció, para no contaminar la escena del crimen. Tras la detención de los sospechosos, quedó claro que 'El Nene' era un mentiroso compulsivo y fue cambiando de versión a medida que pasaban los meses. Ingresaron en prisión preventiva, a la espera de juicio, y a José Tous, el cura de la cárcel, le aseguró: "Yo estaba, pero yo no he sido. El que lo hizo está en libertad", aludiendo a un cuarto implicado que nunca pudo ser identificado. Y que quizás solo existía en la macabra imaginación del heroinómano.

El juicio contra ellos se celebró en 1998, dos años después de los terribles acontecimientos de Capdepera, pero 'El Nene' no llegó. Murió antes, de una enfermedad. Los que se sentaron en el banquillo de los acusados fueron los hermanos Joaquín y Domingo, que clamaban insistentemente por su inocencia y señalaban al sobrino difunto como único implicado. De hecho, antes de fallecer Pedro exculpó a sus dos tíos. Una hermana de 'El Nene' declaró que le había confesado: «No sé cómo he metido a mis tíos por en medio» y el abuelo, otro testigo, insistió en que era toxicómano y se lo gastaba todo en drogas. Sin embargo, el veredicto del jurado popular fue implacable: los dos hermanos eran culpables. A Joaquín le cayeron 22 años de prisión (19 por el asesinato y tres por el robo) y a su hermano Domingo 18 años, por los mismos delitos. En 2009 los dos se pusieron en huelga de hambre, exigiendo otro juicio que nunca se celebró. Años después cumplieron la condena y quedaron libres. En Capdepera, el nombre de María Nicolau todavía es sinónimo de una tragedia que marcó al pueblo durante años. A la joven cuponera le tocó la parte más siniestra de la lotería de la vida.

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