Visiblemente afectada y entre lágrimas, Diana López-Pinel ha recordado este martes a su hija Diana y el día de su desaparición, en el que se alarmó al no encontrarla en su casa por la mañana. «A las ocho y media yo ya sabía que algo malo había pasado», ha destacado.
La comparecencia de Diana López-Pinel como testigo ha estado marcada por la tensión. Ya de inicio, con su exmarido, con el que no ha querido coincidir en los pasillos del edificio judicial, por lo que ha abandonado el recinto durante un par de horas.
Una vez en la sala, como ya hizo fuera ante los medios de comunicación, ha querido dejar constancia de que llega al juicio por el asesinato de su hija «en blanco», dado que el letrado de la acusación, que representa también a Juan Carlos Quer, «no ha entregado ninguna documentación». El presidente del tribunal, Ángel Pantín, ha interrumpido la reclamación de la testigo, alegando que los problemas privados con su abogado no eran pertinentes.
Durante su declaración, López-Pinel ha mirado en varias ocasiones al Chicle, que ha seguido la intervención con la cabeza baja e inexpresivo, y ha llegado a interpelarlo a la hora de indicar que su hija era «muy frágil». «Eso lo sabrá el asesino, ¿verdad, chiquilín?», ha soltado. Finalmente, tras la finalización de la sesión, y cuando abandonaba la sala, ha tratado de acercarse al autor confeso de la muerte de su hija, una interacción que han impedido varias personas presentes.
«Un ángel»
Entre lágrimas, Diana López-Pinel ha contado que su hija era «una niña bondadosa» y «un ángel», que se comportaba de una forma «prudente» y era «muy miedosa». Aunque «iba al gimnasio», ha dicho que «era muy frágil».
La noche de su desaparición, ha recordado, bajó de su habitación «toda vestida de blanco», aunque posteriormente se cambió de ropa, por lo que no ha podido precisar si llevaba unos pantalones rosa, aunque sí ha afirmado que eran cortos. Aunque portaba un bolso, «no llevaba DNI ni cartera», que fue localizada en su domicilio.
La desaparición y asesinato de Diana, ha explicado, la llevó a ella y a su hija Valeria --"no me voy a referir al señor Quer"-- a la «depresión» y a varios ingresos. «No me morí de milagro, de pena», ha subrayado.
«No deseo a nadie que pase por el dolor que hemos tenido que pasar nosotros, ni al peor del mundo», ha dicho la madre de la víctima, que ha explicado que lo sucedido es «la peor situación que se le puede presentar a una madre».