«Vi a esa niña sentada sobre el agua, que la arrastraba. Habrían unos 15 o 20 centímetros de agua en ese tramo. La pequeña gritaba ‘mamá', ‘papá' y corrí hacia ella para sacarla». Daniel Thielk es un alemán que reside en Cala Rajada y que el martes fatídico decidió ir en bicicleta hasta Sant Llorenç, sin imaginarse que estaba a punto de desencadenarse la peor tormenta de las últimas décadas. De camino a ese pueblo empezó a llover, cada vez con más fuerza y sobre las seis y media las precipitaciones de convirtieron en un diluvio. «Me paré donde pude, cerca de la rotonda de Son Carrió, y me cobijé debajo de un puente», recuerda.
«Corrí hacia ella»
Los minutos siguientes fueron un infierno: el torrente se desbordó y ese tramo de Son Carrió fue barrido del mapa. A pocos metros, el Hyundai de la farmacéutica Joana Lliteras Planas fue arrastrado por el lodo. La mujer pudo sacar a tiempo a Úrsula, de 5 años, y cuando se disponía a socorrer a Arthur, su otro hijo, la corriente se los llevó a los dos, junto al coche. Úrsula quedó a merced de las aguas convertidas en río y se topó milagrosamente con Daniel, su ángel de la guarda. El alemán no se lo pensó dos veces: «Corrí hasta ella y la cogí. No dejaba de llorar y gritaba llamando a sus padres». El ciclista aguantó el aguacero como pudo, con la niña en brazos bajo una cabaña, y la tapó con un jersey porque tenía mucho frío. Dos horas después, que se le hicieron eternas, llegaron los servicios de emergencia y se hicieron cargo de la menor, que estaba en shock.
La familia de Joana Lliteras, que fue hallada muerta días después, ha agradecido a Daniel su providencial actuación, que salvó la vida de la pequeña Úrsula. Ayer, el alemán regresó a la zona cero de Son Carrió, junto a los guardias civiles y militares de la UME que desde el martes buscan sin éxito a Arthur, de cinco años. Intentó recordar hasta el último detalle sobre dónde estaban la niña, su madre, Artur y el coche, para intentar ayudar en la búsqueda del pequeño. Más de cien profesionales peinan palmo a palmo aquellos terrenos, donde ya se ha encontrado la mochila del pequeño de Manacor. Los perros adiestrados, el jueves, marcaron un punto, pero todos los esfuerzos en aquella área han sido inútiles y al cierre de esta edición Artur seguía desaparecido. Las esperanzas de encontrarlo con vida son prácticamente nulas.
«Aquí hay toneladas de lodo, cañas, basura, hierbas y piedras. Es un infierno buscar a alguien porque todo está destrozado y el barro lo cubre todo. Confiábamos en los perros, pero ya están también exhaustos», reconoció un mando de la Guardia Civil.