«Estoy viviendo una auténtica pesadilla. Nadie se puede imaginar lo que es vivir con ocho familias de okupas gitanos en el mismo edificio. Lo peor de todo es tener que aguantar que la matriarca salga en la prensa diciendo que somos nosotros -los vecinos honrados y que estamos al corriente de pago- los que le hacemos la vida imposible», apunta Elena Toma, una de las vecinas de los conflictivos pisos del Ibavi del Molinar.
«Toda esta historia comenzó hace unos años cuando, a altas horas de la noche, un grupo de más de 20 personas (familias de etnia gitana) estaban en el patio gritando y haciendo ruido. Mi marido y yo les pedimos que por favor dejaran dormir a los vecinos. A partir de ese día, llegaron las agresiones, insultos y amenazas. A mi marido le abrieron la cabeza y a mi me clavaron un destornillador en la mano. Tenemos miedo de salir a la calle y vivimos encerrados», añade Toma.
En las denuncias interpuestas, se refleja que las familias okupas no cesan de acosar y coaccionar a los denunciantes para que retiren las denuncias. «Esto es ya Puerto Hurraco. Te quitamos del medio en un plis plas», consta en otro escrito acusatorio. Elena pide al Ibavi que saque fuera a los okupas y que Protección de Menores tome cartas en el asunto.