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Juicio a Pau Rigo

El asalto en el que todo salió mal

El asalto terminó con un fallecido, tres encarcelados y la víctima aún hospitalizada. | Alejandro Sepúlveda

| Palma, Mallorca |

Debía ser un asalto «rápido y fácil», pero nada salió cómo estaba previsto. Esta es la crónica del atraco en el chalet de Porreres, que se ha saldado con un atracador muerto, tres más encarcelados y el propietario de la casa todavía hospitalizado con lesiones graves.

La Guardia Civil ya tiene claro qué roles adoptaron los cuatro delincuentes. El mallorquín Marcos Rotger Vidal, de 58 años, era el chófer de la banda; los hermanos gemelos Mauricio y Freddy Escobar, de 25 años e inmigrantes colombianos, eran el brazo ejecutor, y el también isleño José Antonio Sánchez Lara, de 44, y alias ‘Pep Merda', era el ideólogo del grupo.

Los lazos entre los protagonistas también han sido desvelados: Los dos mallorquines, «unos perdedores» en palabras de los investigadores, conocían a Freddy porque era su «camello». Ambos eran consumidores habituales de estupefacientes, sobre todo marihuana. Marcos, vecino de Campos, fue albañil y lo relacionan con un prostíbulo de s'Arenal. Su amigo ‘Pep Merda' compartía con él su afición por el juego y era un desastre como hombre de negocios. Llevó un céntrico bar en Campos pero no funcionó.

Pep conocía a Pau Rigo Llaneras, el jubilado de 77 años que se convirtió en el objetivo de la banda, porque sostiene que le debía una comisión por colocar máquinas tragaperras en bares. Marcos, en cambio, mantiene que no conocía ni a Pau ni a su mujer, Apol·lònia Mestre. El atracado, antes de jubilarse, fue director de banco en Campos, por lo que la Benemérita duda de que no lo tuviera «ni visto».

Puente de la Constitución

En diciembre Freddy, Marcos, Pep y un magrebí deciden «hacer una visita» al matrimonio de Porreres. Saben que tienen dinero en efectivo en casa, procedente de su negocio de máquinas tragaperras, y eligen el puente de la Constitución porque creen que habrá menos vigilancia policial. El asalto es un éxito y sustraen 30.000 euros.

Antes de huir, Freddy y el magrebí les advierten de que no denuncien nada: «O volveremos y os mataremos». Pau y Apol·lònia, aterrorizados, obedecen. Afuera esperan Marcos y Pep, pero parece que los engañan con el botín. El primero sólo recibe unos 1.300 euros y el segundo una cantidad similar. El matrimonio, por su parte, extrema las medidas de seguridad en la finca, donde Trablisa instala una alarma y un «botón del pánico».

La mala vida que llevan los hampones hace que el dinero vuelva a escasear y la codicia les empuja a planificar un segundo asalto.

En el atraco previsto para el sábado 24 de febrero aparece Mauricio, el hermano gemelo de Freddy. Ambos tiene fama de pendencieros, aunque sus vecinos de la barriada palmesana de La Soledat se deshacen en elogios hacia su familia: «Sus padres son muy trabajadores y honrados. Son humildes, pero unos padres coraje. Cuando trajeron a Mallorca a Freddy, el niño tenía unos 8 años. Son una familia muy católica».

De madrugada

El cuarteto queda en la Colònia de Sant Jordi. Es noche cerrada y Marcos, en el Volkswagen Polo blanco de su hijo, recoge a Pep en Campos y ambos se dirigen a su encuentro con Freddy y Mauricio, los hermanos boxeadores. Todos juntos enfilan el Camí de Son Vells en dirección a Porreres.

El plan es que entren los dos colombianos en la finca y sus acólitos les den cobertura desde fuera. Freddy y Mauricio, con pasamontañas, guantes y dos patas de cabra de distinto color, saltan al jardín y esperan a que el matrimonio salga.

La cacería ha comenzado. Pau y Apol·lònia se demoran en salir más de lo esperado. Ya es de día y la temperatura es muy baja. Finalmente, el jubilado abre la puerta del domicilio para comprobar si funciona la depuradora de la piscina. Es el momento que estaban esperando los dos gemelos, que se abalanzan sobre él y le tapan la boca con fuerza.

«No puedo respirar»

El hombre les indica que no puede respirar y los atracadores llegan a un acuerdo con él: «Te vamos a quitar la mano de la boca, pero no intentes nada». Lo llevan adentro y reducen a la mujer, a la que maltratan. De hecho, la lanzan contra el suelo y le propinan una patada en la espalda. Los ladrones quieren abrir dos cajas fuertes.

Arramblan con los paquetes de monedas que pueden cargar en una mochila y después dejan al matrimonio en un cuarto. Los hermanos siguen registrando el domicilio. El asalto no dura más de doce minutos y cuando llega a su fin se produce la tragedia. Pau Rigo, aficionado a la caza, aprovecha un descuido de sus captores y coge una de las tres escopetas que tiene en la vivienda.

Es en este punto sobre el que defensas y acusaciones están entablando la batalla legal: Freddy sostiene que el jubilado dispara a bocajarro sobre Mauricio cuando ya estaban junto a la puerta, listos para huir. No hubo, según él, legítima defensa. El jubilado, por el contrario, contó que no llevaba gafas y que uno de los dos gemelos se le echó encima para atacarle, por lo que disparó para defenderse. Tras el tiro, la reacción de Freddy es brutal: se lanza sobre el septuagenario y le golpea hasta dejarlo casi inconsciente. Luego arrastra a su hermano y se lleva la escopeta, pero acaba soltando a Mauricio, que agoniza. Y el arma. Y escapa con el dinero.

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