«Dios existe, Dios es bueno. Se ha hecho justicia divina». Estas son las frases más repetidas en la barriada palmesana de Son Gotleu nada más conocerse la noticia del asalto frustrado a un salón de juegos en la madrugada de ayer. Los hechos se produjeron sobre las 01.05 horas en el local de juego ubicado en el número 32 de la calle Indalecio Prieto, de Palma.
Unos minutos antes, un hombre identificado como José J. B., de 45 años de edad y nacionalidad española, accedió al local provisto de una peluca de color castaño oscuro. Varias llamadas alertaron a los agentes de la Policía Local de Palma que en el interior del salón de juegos había un hombre que intentaba matar a una mujer con un cuchillo de grandes dimensiones.
Rápidamente, se activaron todas las alarmas y numerosas patrullas acudieron al lugar del suceso. Una vez allí, descubrieron que había un varón en posición decúbito prono, es decir, tendido boca abajo y la cabeza de lado. Junto al mismo, se encontraba una empleada del establecimiento que, visiblemente alterada y muy nerviosa, explicaba a los agentes que el varón que estaba en el suelo la había amenazado y atracado.
La trabajadora explicó que, instantes antes, había entrado el hombre y se puso a jugar en varias máquinas y en la ruleta. Cuando llegó el momento de cerrar el local, se aproximó a su posición y le comentó que en breves minutos debía abandonar el establecimiento. En ese instante, el ladrón sacó un machete de doble hoja (típico de buceo), se lo colocó a la dependienta en el abdomen y le dijo: «Dame todo el dinero o te reviento».
La mujer, una ciudadana ecuatoriana de 33 años de edad, le entregó las bolsas con toda la recaudación, tanto en monedas como en billetes. El importe del dinero ascendía a unos 7.211 euros. Cuando ya tenía el botín en su poder, el asaltante intimidó a la empleada y a un cliente que había en el recinto amenazándoles y ordenándoles que se metieran en el baño para encerrarlos.
En ese momento, de manera sorpresiva, el ladrón sufrió un desvanecimiento y cayó al suelo desplomado. Momento que aprovecharon la trabajadora y el cliente para llamar a la Policía Local de Palma.