«No los conocía de nada, a ninguno de los tres. Me empezaron a insultar y después uno sacó una navaja, me apuñaló dos veces y la cerró ante mis ojos, como diciendo: "ya te he herido de muerte"». Pablo Javier, mallorquín de 31 años, sobrevivió «de milagro» al apuñalamiento de Lloseta por el que han sido detenidos dos 'narcotraficantes'. Ha pasado diez días en Son Dureta, en estado grave, y ahora se recupera en su casa de sus lesiones: «Lo peor es que no me puedo quitar de la cabeza que casi me matan por nada. Tengo mucho miedo».
La víctima, que es padre de un niño y su mujer está a punto de dar a luz a otro, quedó para ver un partido de fútbol en un bar de Lloseta. Era el pasado mes de agosto y su esposa estaba con él. «Nos fijamos en unos individuos que estaban montando un poco de bronca, y fumaban porros. Les llamaron la atención y después se fueron», recuerda el joven apuñalado.
Vuelven
Pablo Javier y su grupo continuaron en el bar y al rato regresaron los tres individuos. Uno era un familiar directo de El Farru, el presunto asesino de La Parrala, y otro un imputado en la operación Kabul. El tercero parece ser que no era conocido de las Fuerzas del Orden. «Salí fuera del local para hablar por teléfono y me salió un aire. Me empezaron a decir que era un cerdo y se acercaron hacia mí con intención de agredirme», explica.
El joven cogió una silla de la terraza y la alzó amenazadoramente, para que el trío no le atacara. «Salió el dueño del local e intentó mediar, yo bajé la silla porque pensaba que ya estaban más calmados, pero se abalanzaron sobre mí y me dieron puñetazos. No me enteré de que me habían apuñalado dos veces hasta que mi mujer me gritó. Uno de ellos me miró fijamente a la cara y cerró la navaja con expresión de decir: "ya te he herido de muerte"».
Una ambulancia lo evacuó hasta el hospital de Inca y después, cuando descubrieron que una de las dos puñaladas le había perforado un riñón, lo trasladaron urgentemente hasta Son Dureta. «He salvado la vida de milagro. Durante diez días estuve muy mal y después empecé a recuperarme. Todavía estoy de baja en el trabajo y psicológicamente tengo muchas secuelas. Casi me matan por nada, por una tontería», sostiene la víctima.
«Tengo miedo porque veo que es gente muy peligrosa y yo no estaba acostumbrado a estas historias. Iban con una navaja y no les costó nada clavármela dos veces en el riñón, a sabiendas de que podía morir allí mismo. Esa frialdad me ha dejado muy tocado». Pablo Javier también insistió en que no conocía de nada a los agresores y que, por tanto, es imposible que se tratara de un ajuste de cuentes.