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Un hombre queda parapléjico tras ser operado de una hernia en Son Llàtzer

La familia de Rafael Capel ha demandado en un juzgado de Palma al hospital y a la anestesista

JAVIER JIMÉNEZ

Entró al quirófano para quitarse una antiestética hernia inginal y salió parapléjico. Una familia del Pont d'Inca ha denunciado en un juzgado de Palma al hospital de Son Llàtzer y a una anestesista del centro por dejar en silla de ruedas a Rafael Capel, de 77 años.

El hijo de la víctima es Eusebio Capel, hasta ahora seleccionador nacional en la modalidad de lucha grecorromana, y ha tenido que dejar el cargo para cuidar a su padre. No ha sido el único daño colateral de la supuesta negligencia médica: «Mi madre es mayor y tiene que estar todo el día pendiente de mi padre. Mis hermanos igual. Nos han desgraciado la vida». Rafael Capel tenía 76 años cuando le convencieron para que se sometiera a una operación en principio inofensiva. Le había salido una hernia inginal, que no le molestaba en exceso pero que era antiestética. «En bañador se notaba, estaba en el bajo abdomen y al final el día 25 de septiembre de 2006 acudió a Son Llàtzer para operarse», cuenta el hijo. Según consta en la denuncia, al paciente no le hicieron firmar los documentos médicos habituales cuando te sometes a una intervención. En el quirófano oyó que la anestesista decía a un compañero: «Ha ido mal» y acto seguido fue dormido por completo. Al despertar lo subieron a planta, «y no a reanimación como es lo habitual». Cuando recuperó el conocimiento le comentó a su hijo que no tenía sensibilidad en las piernas y según su familia una enfermera les contestó: «Es normal, ahora a dormir». Le suministraron una inyección y pasaron otras 18 horas, hasta que comprobaron que había quedado parapléjico y trataron de intervenirlo. Otras seis horas después lo trasladaron a Son Dureta, pero ya era tarde.

El calvario de Rafael, un jubilado sano y con buena calidad de vida hasta ese momento, sólo acababa de empezar. Pasó los ocho meses siguientes en el hospital de San Juan de Dios, intentando asimilar su nueva condición de parapléjico. En la actualidad está en su casa del Pont d'Inca, arropado por su familia. «Lo que menos nos importa es el dinero que nos pueden dar por la indemnización. Mis padres tenían su jubilación y no necesitaban de nada. Y lo más importante, tenían salud y eso se lo han quitado», apunta el ex seleccionador nacional. «Lo que queremos es que esa anestesista que dejó en silla de ruedas a mi padre no vuelva a operar nunca más. Es un peligro público y si ya falló una vez quién nos dice que no puede volver a ocurrir lo mismo con cualquier paciente», concluye.

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