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Los forenses afirman que el joven de Manacor recibió un tiro de gracia

Descartan que los dos disparos realizados sobre Julio Camacho fuesen accidentales

EMILIO LÓPEZ VERDÚ
Los forenses que realizaron la autopsia de Julio Camacho descartaron ayer que su muerte se produjese de manera accidental, asegurando además que recibió un tiro de gracia. El joven fue hallado el 15 de octubre de 2005 en una finca de Manacor, tras recibir dos disparos de una escopeta de perdigones. Los dos acusados por estos hechos, Pedro R., alias «trippy» y Francisco Javier P., alias «chuky», dijeron durante el primer día de juicio que el arma se les disparó de manera accidental, y que lo único que pretendían era asustar a Julio, también conocido como «doberman».

Sin embargo, los forenses Emilia Salas y Javier Alarcón descartaron esta hipótesis por completo. Según Alarcón, el primer disparo se efectuó desde unos cinco metros de distancia y afectó al tórax y brazo izquierdo, demostrando que la víctima vio el arma y que intentó taparse el rostro antes de los impactos de bala.

El segundo disparo se realizó desde unos tres metros de distancia y por la espalda. El forense explicó que este disparo afectó al corazón y los pulmones, en los que se hallaron varios perdigones, definiéndolo como «tiro de gracia». Los expertos descartaron que ambos disparos fuesen accidentales, puesto que además están realizados a diferentes distancias y en diferentes planos corporales.

Tras analizar la autopsia, el jurado fue testigo de un duro enfrentamiento entre el propio Alarcón y los dos peritos propuestos por la defensa. El objeto era informar sobre cuál era el estado mental de Pedro R. cuando realizó los disparos.

Según el forense, que reconoció al acusado tres días después de los hechos, Pedro R. no sufría ninguna alteración mental. Aun así explicó que el acusado padece un leve retraso mental «que no le impide en absoluto controlar su capacidad de hacer y elegir». En el otro extremo, los dos psiquiatras que se entrevistaron con el acusado en ocho ocasiones entre mayo y agosto de 2007 afirmaron que «sus capacidades volitivas e intelectivas estaban seriamente mermadas en el momento de los hechos». Según estos expertos, el acusado habría desarrollado un luto patológico por la traumática muerte de su padre, arrollado por un tractor.

También aseguraron que Pedro R. era en esas fechas adicto a la cocaína y que su inteligencia se halla por debajo de los umbrales de la normalidad.
Sin embargo, estos peritos admitieron que Pedro R. sería capaz de elaborar «un plan» para acabar con la vida de otra persona, aunque aseguraron que ese plan «sería muy torpe».

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