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El suicida de Moscari disparó cinco veces contra su novia y se reservó la última bala

Stephan vivía obsesionado por los celos y no soportó que Dagmar fuera a su casa para recoger la ropa y se marchara para siempre

Los investigadores estudiaron la trayectoria de los proyectiles disparados por Stephan. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA.

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Vivía consumido por los celos y el miércoles por la tarde, al ver que su novia iba a cruzar el umbral de su casa para no volver, enloqueció. Stephan Studtill disparó cinco veces contra el pecho de su compañera y se reservó la última bala del revólver 357 Mágnum. Cuando pensó que Dagmar Bork estaba herida de muerte se voló la tapa de los sesos. La pequeña localidad de Moscari, de apenas 250 vecinos, ha sufrido uno de sus episodios más traumáticos. Jaume, uno de los residentes, reflejó ayer esta situación: «Aquí todos nos conocemos y no pensábamos que pudiera ocurrir algo así; ha sido una auténtica conmoción». Stephan compró hace unos ocho años una casa de dos plantas, de típica construcción mallorquina, en la calle Campanet número 13. Cuando llegó al pueblo estaba casado y tenía dos hijos, pero luego se separó.

Viajaba con frecuencia a Alemania y dejaba a un vecino encargado de alimentar a sus perros, los mismos que el miércoles no dejaban de ladrar al escuchar las detonaciones. Tras su divorcio pasaba largas temporadas fuera de Moscari, pero tras enamorarse de nuevo, de la joven que permanece en la UCI de Son Dureta, regresó al pueblo. «Era extremadamente educado, aunque algo distante», recordó ayer Bernat, otro lugareño.

Stephan se dedicaba a organizar excursiones para turistas en vehículos todoterreno y conducía un lujoso coche Rover 75 con matrícula germana. Hace poco más de un mes la relación que mantenía con Dagmar, una comadrona de 25 años que había trabajado en centros sanitarios de Manacor y últimamente de Sa Pobla, se deterioró irremisiblemente. La joven, también germana, le acusaba de ser extremadamente celoso y de hacerle la vida imposible.

Dagmar abandonó la casa y fue acogida por una amiga alemana que vive en la calle Maria dels Dolors, a escasos 200 metros de la primera vivienda. «Él seguía todavía enamorado y paseaba sus perros cerca de la casa en donde ella se alojaba, para coincidir», contó ayer la responsable del estanco, que añadió que Dagmar estaba interesada en adquirir una vivienda en Moscari. El miércoles por la tarde Stephan no aguantó la presión. No está demasiado claro si su compañera acudió por iniciativa propia a la casa o fue él quién la llamó por teléfono, tal y como apuntaban ayer algunos vecinos, pero sea como fuere la comadrona se presentó en la que había sido su vivienda hasta el mes de diciembre. Le comentó que no había marcha atrás y cogió algunos enseres, ropa y unos papeles.

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