Las dudas sobre la participación de Domingo y Joaquín Vidal Avellaneda en el asesinato de Capdepera, y la posible existencia de un tercer implicado (jamás detenido), quedaron ayer reflejadas en la tercera sesión del juicio que se sigue por la muerte de Maria Nicolau, la vendedora de cupones.
La acusación se basaba en las declaraciones de dos testigos, que afirmaron que los dos acusados y su sobrino Pedro Gelabert (ya fallecido) estuvieron en una gasolinera el día del asesinato, y después tomaron café los tres juntos en un bar de Manacor. Estos testigos cayeron ayer en muchas contradicciones. Uno de ellos, que afirmaba que vio de madrugada a los tres acusados colocando gasolina en un bidón, reconoció que tenía problemas de visión, e incluso ayer no reconoció a uno de los acusados, en concreto a Joaquín.
Mucho más significativo fue el testimonio de José Tous, el cura de la prisión. El religioso mantuvo en la cárcel una entrevista con Pedro Gelabert, antes de que éste falleciera. Textualmente le dijo, según el testigo, «yo estaba, pero yo no he sido. El que lo hizo está en libertad». Tous escribió estas palabras en una carta, que envió a la madre de Pedro, presa en Valencia. Le aconsejó a Pedro que dijera la verdad de lo que decía. Al día siguiente declaró en el juzgado, y exculpó a sus dos tíos.
Por la tarde, declararon varios familiares de los acusados, entre ellos los padres, que intentaron confirmar la coartada de Domingo Vidal, en el sentido de que había regresado a casa sobre las dos de la madrugada y que se había acostado. Las contradicciones en las versiones de los familiares fueron abundantes.
Una hermana de Pedro Gelabert manifestó que mantuvo una conversación con él en la cárcel. Según la testigo, el fallecido le comentó «he sido yo, no sé como he metido a mis tios por enmedio».
Los médicos forenses Emilia Salas y Francisco Alarcón contaron al jurado los detalles de la autopsia que realizaron al cadáver de Maria Nicolau. Los peritos se ayudaron de unas diapositivas, que mostraron al jurado. Los médicos mantienen que la mujer fue calcinada boca abajo, pese a que su cuerpo apareció boca arriba. Basan su afirmación científica en que los antebrazos de la mujer no aparecieron, al haber recibido esta parte del cuerpo una masa de calor superior al resto. El cambio de posición hace sospechar que el cadáver fue movido. Los forenses creen que la mujer sufrió un golpe en la cara antes de fallecer, y cuando fue calcinada se encontraba aún con vida, tal como refleja las señales de la mordaza.