La legislatura perdida del mallorquinismo

| Palma |

Asistí, como cada verano, debidamente convocado por la encantadora y tremenda profesional de la pantalla Cristina Roig, a la comida de tertulianos de Canal 4 TV, y ya van más de veinte años. Como que la pluralidad es marca de esa casa, a manteles suele producirse un sano debate que, con el estómago satisfecho, resulta siempre más amable y enriquecedor.

Me senté esta vez entre un grupo de irreductibles mallorquinistas, que me inquirieron acerca de cómo veo lo suyo y me explicaron, cada uno desde su esquina del cuadrilátero, como lo perciben ellos. Algunos me atribuyen un peso que, desde luego, hoy no tengo. Les repetí nuevamente que soy solo un curioso observador del circo político y amigo de mis amigos, sean de la cuerda que sean, que de todo hay, en la viña del Señor y en mi agenda.

La percepción general es la de que, por pura supervivencia, es necesario promover la unidad de los grupos e iniciativas dispersos que confluyen en el tradicional nicho electoral del mallorquinismo.
Y, compartiendo ese diagnóstico, y siendo de natural positivo ante la adversidad, les confesé sin embargo mi pesimismo, que fundé en diversas razones.

La primera, que la extrema necesidad no implica necesariamente la viabilidad de lo que pretenden. La segunda, que los cambios sociodemográficos reducen significativamente y de forma acelerada la porción de la sociedad isleña en la que capta sus votos el mallorquinismo. Por tanto, todos ellos tienen menos votantes potenciales que en legislaturas pasadas, a menos que cambien determinados discursos y se abran a aceptar como mallorquins de tota la vida a quienes simplemente compartan el ideal de la defensa de nuestros valores sociales y culturales. Y eso no es nada fácil.

La tercera, que hablamos de un ámbito en el que hay una escandalosa falta de liderazgo. No existe, en este momento, nadie con cara i ulls en política que capitanee una iniciativa en ese sector capaz de arrastrar a una masa significativa de votantes. Al menos, yo no lo conozco. No quiere decirse que no haya mucha gente que sume, pero falta un verdadero –o verdadera– líder.

Y la cuarta, que hablamos de un espectro político en el que han abundado los personalismos y en el que el odio al que más cerca está de nuestras ideas ha sido infinitamente mayor que el existente con relación a otras opciones. Qué les voy a contar de las proverbiales nefastas relaciones entre dirigentes de PSM y UM, o su remedo actual entre Més y PI. Se aborrecen, así de claro.

Ello no quiere decir que no hayan de explorarse posibilidades. Desde el PI de Antoni Salas, pasando por el Som de Joan Lladó, lo que pueda surgir –si es que cuaja– de la renacida vieja UM, los grupos independientes locales que intentan articularse bajo una marca, notables exclaustrados del mallorquinismo de izquierdas y aquellos otros regionalistas que capitanea de forma más o menos abierta el exalcalde viler Joan Monjo deberían entenderse, aunque ello no significa que lo hagan.

Esta puede ser una legislatura perdida para el mallorquinismo o la que supuso su reconstrucción. A buen seguro, en el Partido Popular preferirían contar con la opción de poder pactar con un centroderecha mallorquinista antes que tenerse que tragar sí o sí las lentejas populistas y radicales de Vox.

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