Es característica de la especie, que acaso compartimos con los voraces mosquitos, pedir siempre más, pedir demasiado. A la vida en general, al trabajo, al dinero, al sexo, a las vacaciones, a la razón y la irracionalidad, a la inteligencia natural o artificial, a la suerte, a la fiesta. Al amor, pero también al odio. Al odio, por ejemplo, le pedimos que lo arregle todo cuando por las buenas no tiene arreglo. A la política le pedimos demasiado, pero también al lenguaje, que da de sí lo que da de sí, y no se puede elevar el tono indefinidamente. Pedimos demasiado, insisto, no sólo peras al olmo y pepitas de oro a un basural. Exigimos más. Más, quiero más. Hasta hay partidos políticos, aquí y en Madrid, que se anuncian con esa palabra. En varios idiomas, pero más. Más, la palabra mágica. La divisa del olimpismo y el progreso, pero también el lema del presidente de Estados Unidos.
Hace algún tiempo, cuando el líder de nuestra derecha centrada, señor Núñez Feijóo, calificó al presidente Sánchez de capo mafioso y jefe de una organización criminal, critiqué su torpeza estratégica, ya que después de tal acusación no se puede ir más lejos, no lo permite el lenguaje injurioso, y como acabo de explicar, todo lo que no va a más va a menos. Y en efecto, el señor Feijóo, pretendiendo superar sus insuperables diatribas anteriores, se excedió demasiado y fue a menos.
Le pidió demasiado a la política, al lenguaje, a la irracionalidad y parece que hasta al odio. Y ni de lejos logró el devastador efecto mediático buscado. Recuerden lo que gritó en el Congreso: «¿De qué prostíbulo ha vivido usted? ¿Ha sido partícipe a título lucrativo del negocio de la prostitución?» Quizá en otra ocasión la sospecha de proxenetismo habría llegado a Bruselas y hundido definitivamente el Gobierno, pero como lucrarse de la prostitución es el menor de los pecados de un capo mafioso, y se daba ya por supuesto, apena suscitó algunos chistes de mal gusto y comentarios conmiserativos. Es lo que pasa cuando a fuerza de pedir siempre más, pides demasiado incluso a la libre expresión. Que te excedes y ni así llegas. Al revés, te vienes a menos. Esto lo sé por experiencia. Los olmos nunca dan peras.