Una radiante mañana estival

| Palma |

Hay cosas incuestionables que todo el mundo conoce, pero que interesa tapar, aunque con escaso éxito. La relación de Feijóo con un narco forma parte de esa memoria colectiva que no necesita demasiadas explicaciones a tenor de lo que muestran unas fotos ociosas. Esos días de barco y bronceado son explícitos. Naturalmente, son cosas que se intentan blanquear con típicos tópicos como que es un amigo de juventud, que si el aspirante a la presidencia del Gobierno no sabía nada –curioso, el resto de la población gallega sí lo sabía porque ese narco es como hablar de la Paca aquí–, que si todos cometemos errores... Una historieta cómoda que repiten hasta la saciedad para meterla bien en la sesera restando importancia. El PP siempre responde igual: silencio o bromas nerviosas o, como dice Gabriel Rufián, «y tú más». Pero pese a que los dirigentes conservadores se caracterizan por narices como Pinocho, a alguno se le encuentra algún gesto de incomodidad alegando que es agua pasada y, a renglón seguido, cambiar de tema. Para alguien que aspira, y no lo es porque no quiere (risas), ser presidente de España, hay pasados que no caducan ni deben hacerlo. Alguien que comparte una radiante mañana estival con un narco no puede ser ejemplo de fiabilidad. Esa impunidad con la que algunos han navegado mientras los ciudadanos veían cómo sus barrios eran arrasados por la droga. Pero el PP minimiza y, cuando ya no hay más remedio, niega. La estrategia de siempre: desgastar al ciudadano. Sin embargo, las imágenes no se borran, se viralizan. La confianza se ha de ganar y Feijoo la perdió hace unas décadas porque si de verdad no sabía nada de su amiguito, algo de ciencia ficción, es porque es un completo necio e inepto, incapaz de manejar una presidencia, como estoy seguro que son conscientes los de su partido.

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