El debate en el que se suponía que Sánchez debía quedar acorralado por la oposición y sus propios socios, a cuenta al escándalo de corrupción que protagonizan los dos últimos exsecretarios de Organización del PSOE, Ábalos y Cerdán, junto con Koldo García y otros artistas invitados –léase Leire Díez–, fue tan desagradable como inútil. Desagradable porque mostró la cara más zafia de toda nuestra clase política, desabrida, chula y soez. E inútil por su evidente incapacidad de atajar el problema desde la raíz, dando por buenas unas propuestas gubernamentales –muchas de ellas ya en vigor– que a ninguna formación política le interesa que se pongan en práctica; en especial al PP y al PSOE.
Desde el punto de vista de la oposición, Núñez Feijóo, no logró hacer mella en el bloque de la izquierda –la intervención de Yolanda Díaz fue de traca– ni tampoco resquebrajó los apoyos que le prestan a Sánchez la derecha vasca y catalana, PNV y Junts. El PP está obligado a seguir ligando su futuro con Vox y así es complicado llegar al Gobierno; incluso a pesar de las últimas encuestas que Félix Tezanos cocina para el CIS. El binomio PP-Vox causa pánico, pavor entre sus hipotéticos socios, que prefieren seguir apoyando a un presidente del Gobierno que agoniza a defender una cuestión de confianza o un adelanto electoral.
La legislatura ha quedado finiquitada, ningún proyecto de envergadura saldrá adelante en los próximos dos años. El acuerdo es ganar tiempo a la espera de que el juez Leopoldo Puente o la Unidad Central Operativa certifiquen (o no) el descabello político de Pedro Sánchez, la euforia socialista de estos últimos días es pura escenografía; dirigentes y militantes del PSOE contienen la respiración a la espera de nuevos acontecimientos.
La infinita soledad de Feijóo no parece que nadie quiera ponerle remedio en su círculo más cercano, Borja Sémper quizá sea el único que intuya que no basta con defenestrar a Cuca Gamarra para salir del pozo. Mientras, Sánchez sigue habitando en el palacio de La Moncloa confiado en que se ha vuelto a merendar a Feijóo aunque donde en realidad está su problema es en el Tribunal Supremo y en la Guardia Civil.
¿Y aquí qué?
La remodelación del Govern que anunció el viernes la presidenta Marga Prohens no puede hacer olvidar que los Presupuestos autonómicos de este año –estamos en el mes de julio– se han aprobado con los votos de Vox, una formación que –al menos en el Parlament– está en descomposición y ante la que el PP balear ha sido incapaz de neutralizar. Prohens trata de encarar el tramo final de la legislatura con incorporaciones técnicas y mayor acento político en la gestión, pero sigue manteniendo en su equipo algunos plomos que lastran la imprescindible eficacia que se quiere abanderar. Cierto que en las filas del PP reina la confianza en que en 2027 se mejorarán los resultados actuales, pero no olviden que también ayuda una oposición despistada y teledirigida con un mando a distancia. Con otro escenario otro gallo cantaría.