Es bonita, salerosa, simpática...sevillana. Verla aparecer en la proa del ya mítico llaüt de cuarenta palmos, en la penumbra de la noche por la estrecha cinta de agua del Caló d’en Busques en medio de un silencio reverencial, fue para mi como un acto espiritual, una comunicación inesperada con el arte y la belleza en su máxima expresión. Leonor Bonilla, estrella del concierto del sábado 5 de julio, organizado por el Ayuntamiento de Santanyí, canta como los propios ángeles.
El deleite del numeroso público, puedo afirmarlo, fue incluso superior al de ediciones anteriores. Cada anochecida del primer sábado de julio, año tras año, renuevo mi admiración por la política cultural de Santanyí, ahora dirigida por Mateu Nadal. No basta con disponer de un amplio presupuesto: además, hay que saber emplearlo. En mi pueblo, por desgracia, no tenemos ni una cosa ni la otra. A los exiguos recursos de la concejalía de Cultura habría que añadir, la insoportable política woke de sus dirigentes, que confunden la gestión cultural con la agitación arrabalera. Pero, en fin, como diría el mítico tabernero de la película Irma la dulce, «esa es, evidentemente, otra historia».
Volvamos a Leonor Padilla, que emocionó y divirtió al público con su arte y su saber estar. En la primera parte del concierto cantó arias operísticas, dedicando la segunda a la zarzuela. Al final, cuándo muchos nos preguntábamos porqué el tiempo había transcurrido tan rápido, acompañó a la soberbia Orquesta del Festival de Santanyí con el toque de las castañuelas en una interpretación memorable de Las bodas de Luis Alonso, cuánta belleza.
Desde hace algunos años aprovecho el concierto ‘Música arran de Mar ‘para pasar un fin de semana en cala Figuera acompañado de mi santa y de mis amigos más queridos. Al día siguiente degustamos los espléndidos pescados frescos del Bon Bar, cuya terraza sobre el fastuoso verdor de la cala es sin duda una de las mejores de Mallorca. Miquel, su propietario –quien asegura que, siendo un adolescente devoraba mi columna diaria en Ultima Hora y que nunca pensó que algún día me vería en su restaurante– es un tipo campechano, gran profesional, que entiende la cocina clásica mallorquina y el ambiente que, de manera imprescindible, debe rodearla.
Espero repetir el próximo año y desde aquí pido a Mateu que contrate a otra soprano y no a un tenor. Es que, ya saben, yo soy feminista. De los de antes, claro.
Es feminista de "los de antes,claro" No se si este hombre me hace reir o llorar!