En noviembre de 2023 Podemos abandonaba el gobierno e Irene Montero se despedía advirtiendo a Pedro Sánchez que tuviera cuidado con la camarilla de amigotes cincuentones que lo rodeaban. Aquel, lógicamente, debió sentirse ofendido. Estaba hablando de sus amigos, de sus colegas, de aquellos por los que habría puesto la mano en el fuego, convencido de que nunca se quemaría. En aquel momento, como un tsunami, la líder podemita recibió toda clase de críticas porque señalaba casi a toda una generación de machos, a la que ponía en duda.
Es justo reconocer que en toda regla hay excepciones y pongo la mano en el fuego al afirmar que algunos hombres, de cincuenta o de cualquier otra edad, se salvan de la quema. Año y medio después, Pedro Sánchez es solo la sombra de lo que era entonces y unos cuantos de esos «amigos» con los que compadreaba le han puesto en la picota sin el menor pudor. Con todos los «presuntos» a los que obliga la presunción de inocencia y teniendo en cuenta que nada ha sido todavía juzgado y mucho menos condenado, a la vista de los indicios filtrados por la prensa, la cuadrilla estaba compuesta básicamente por machirulos, puteros, ladrones y acosadores.
Tampoco de algo de eso se libra Podemos, por cierto, que entre las filas de sus más conocidos varones tiene también a un par de cerdos acosadores. Sería pueril deducir que el problema son los hombres, pero es que son tantos los síntomas que dan ganas de certificar que esa es la enfermedad. De hecho, en Podemos han acabado por dejar el núcleo de la formación en manos de mujeres y al frente de Sumar hay otra. ¿Eso garantiza la pulcritud? En absoluto, pero al menos se diluye un poco el riesgo de que te acusen de putero y acosador.