Cosas que pasan

| Palma |

Cosas que se dicen’ es una hermosa frase hecha, muy útil para la vida práctica y para ahorrarse comentarios. ‘Cosas que pasan’ también, y aunque ambas suelen decirse con un leve encogimiento de hombros y cierto desdén, significan cosas opuestas, pues no es igual lo que se dice que lo que pasa. Cuando un entrenador de fútbol asegura que están haciendo historia y van a ganar ese partido, o un dirigente político, muy eufórico (digamos Feijóo, después de remodelar su equipo), afirma más o menos lo mismo, o incluso cuando el propio presidente Sánchez, en tono heroico, repite estribillos como «El capitán no se desentiende cuando viene mala mar», la gente no le da ninguna importancia porque entiende que no es verdad ni mentira, sino cosas que se dicen.

Ah, las cosas que se dicen. Tampoco son inteligentes ni estúpidas, valiosas o inútiles. Son eso, cosas que se dicen, y que al auditorio, ya esté a favor o en contra, ya aplauda o abuchee, por un oído le entran y por otro le salen. Porque se refieren a asuntos inciertos, a menudo imposibles, y como sólo expresan deseos («Quiero gobernar solo», dijo Feijóo) o viejos preceptos ideológicos, significar lo que se dice significar no significan nada. Palabras vacías, les llaman los más estrictos. Y tampoco, no están vacías ni llenas.

No figuran en el extenso listado actual de falsedades, mentiras y desinformación, aunque podrían, y no figuran porque si a la desinformación añadimos esas cosas que se dicen, porque sí, por quedar bien, por tradición, su colosal volumen destrozaría las estadísticas de verdades y mentiras. La gente oye una de estas chorradas, la diga el rey o el porquero, y piensa en la frase hecha.

Nada, cosas que se dicen, murmura. Para eso existen las frases hechas, y esta es de las buenas. De hecho, el 92 % de los discursos políticos, y la totalidad de sermones y arengas, consiste en un grumo viscoso de esas cosas que se dicen. La expresión cosas que pasan, en tono resignado o displicente, se reserva para desgracias más importantes, que sí están pasando o han pasado. No tienen nada que ver con las que se dicen, entre ambas frases hechas hay un abismo. Que es precisamente donde transcurren nuestras vidas.

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