Voy en coche y pongo la radio. Sale Pepe Álvarez, que acaba de ser reelegido secretario general de UGT. Habla de implantar una jornada laboral de 32 horas semanales. Afirma que reducirlas ahora de 40 a 37,5, que es lo que pretende el Gobierno, «es sólo la primera estación». A continuación sale la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Celebra las palabras de Álvarez porque «hay que ampliar derechos». Pienso entonces en los autónomos que trabajan por su cuenta y riesgo y sin horarios. Pienso en los trabajadores a los que se les va un 35 % de su nómina, o más, para pagar las cotizaciones. Y pienso también en las empresas y en los negocios como los restaurantes, que no pueden cubrir la demanda porque les falta personal. Sin embargo, en las listas del paro hay miles de personas que están a la espera de un empleo. Hay algo enorme que no cuadra, algo que Álvarez y Díaz no ven. Muchas personas sencillamente no quieren trabajar, les parece mejor vivir a salto de mata y verlas venir. Todo es demasiado molesto, complicado, regulado. Resulta curioso, es lo mismo que piensan la mayoría de empresarios y futuros emprendedores. No, lo que falla no son las horas, no son los derechos.
La jornada de 32 horas
Miquel Serra | Palma |