Si quieren ayuda, que la pidan». Con esta frase absolutamente inmoral, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, ponía de relieve la crisis del Estado y de paso de liderazgo que está devastando nuestro país. Ante una catástrofe de la envergadura de la ocurrida en Valencia con la DANA, el presidente escurría el bulto y cargaba la responsabilidad sobre el presidente de la Comunidad Valenciana, curiosamente del PP.
Nadie ha estado a la altura de lo que la crisis requería, excepto el Rey, que aguantó barro, insultos e improperios, mientras mostraba su solidaridad con las víctimas. Cuando tienes al frente del Gobierno a alguien que no solo no cree en el Estado sino que se dedica a desmantelarlo cada día asociándose con aquellos partidos a los que el Estado español les importa un pimiento, solo puedes esperar que cuando la actuación del Estado sea urgente y perentoria no aparezca por ningún lado.
La falta de criterios morales es tan notoria que ahora Sánchez va a meter en los presupuestos del Estado la ayuda a Valencia para que el PP tenga que aprobarlos cuando había renunciado a presentarlos en el Parlamento por falta de apoyos. ¿Cabe mayor hipocresía?
La tragedia de estas inundaciones ha puesto de relieve la absoluta falta de liderazgo de nuestra clase política porque a todos les ha faltado el sentido del Estado y les ha sobrado la insoportable mendacidad. No se ha salvado nadie ya sea del gobierno o de la oposición. Obviamente son más responsables los que tenían que tomar decisiones.
Ha puesto de relieve también la crisis del Estado por la inoperancia del Estado de las autonomías en los momentos de máxima gravedad como el que se ha vivido con las inundaciones.
Los militares saben muy bien que el mando ha de ser único, que el mando coordinado no funciona y además no existe. El Gobierno de Pedro Sánchez, al evitar tomar el mando, ha dado un pésimo ejemplo de lo que es gobernar y ha preferido especular con la inoperancia del consejo de gobierno de la Comunidad Valenciana. Mal andaremos en el futuro si en cada catástrofe hay que coordinar el mando. Cuando el problema es por su calidad o por su cantidad de alcance nacional, el gobierno tiene que tomar el mando desde el primer momento. España no puede ser una suma de chriringuitos que hay que coordinar sino un Estado fuerte con instrumentos operativos. Cada uno en su papel sin deserciones inaceptables y sin intromisiones incalificables.
Mientras, da miedo pensar en que manos está la gobernanza del Estado. El barco de la nación, en medio de la galerna, tiene al timón personajes sin rumbo y así no hay quien se salve.