La incapacidad del Gobierno de dar una respuesta rápida y eficaz a la catástrofe de la DANA y ofrecer el necesario liderazgo nos obliga a reflexionar sobre si España es un Estado fallido. Hasta cuatro días después de producirse, el presidente del Gobierno no anunció que los recursos del Estado desembarcarían en el territorio afectado. En el mayor de los estragos sucedidos en nuestro país en un siglo, el Gobierno de España dice que no lo ha hecho antes porque el presidente de la comunidad autónoma más afectada no se lo ha pedido. O sea, ¿el Gobierno no se da por aludido, cuando cuenta con los medios y la capacidad para establecer un operativo potente y mientras están muriendo ciudadanos a cientos, si antes no se lo piden? ¿Habrá mayor estupidez? Las carreteras nacionales y la red ferroviaria, que se deberían haber cortado desde el principio, la suspensión de la jornada laboral en las cuatro CCAA afectadas, la movilización del Ejército, empresas y medios privados, etc. ¿Es eso responsabilidad de la Generalitat Valenciana?
El Gobierno, según la legislación vigente y el sentido común más elemental, debería haber liderado la crisis desde el minuto uno. Y no lo hizo porque no está para gobernar, sino para disfrutar de los beneficios del poder. Lo hizo en la covid, dejando a las CCAA que actuaran por su cuenta, excepto en el confinamiento de la sociedad, contraviniendo la ley. Lo hace así, también, porque duda de su capacidad: los ministros son activistas con nula o dudosa experiencia en la gestión. Por lo tanto, su estrategia en estos casos consiste en dejar que se mojen los gobiernos autonómicos y cuando se equivocan, sacar la artillería sincronizada para culparlos.
La catástrofe de la DANA ha dejado en evidencia la inviabilidad de un Estado que viene deteriorándose poco a poco desde su origen, cuyo desmoronamiento aceleró Zapatero desde su llegada al Gobierno y que ha empezado a romper sus costuras con la gobernanza de Sánchez. Un Estado que se diseñó contando con una lealtad constitucional que solo duró los primeros años, pues los egoísmos de algunas regiones se acabaron imponiendo al interés común.
¿Será posible revertir tanta incuria y desatino antes de que este país salte hecho pedazos?