Son muchos los que se rasgan las vestiduras y vierten todos los insultos, mentiras y bulos habidos y por haber ante el intento del Gobierno de tratar de poner límite a la impunidad real, que no legal, con la que personas amparadas o no en el anonimato vomitan fake news a diario en las redes sociales. No deja de ser curioso que muchos de ellos sean militantes, votantes o altos cargos de un partido, el Popular, fundado por Manuel Fraga Iribarne, exministro de Franco que persiguió con todo el aparato del Estado las protestas en las calles, calles que llegó a decir que eran suyas.
La proliferación de mentiras y bulos en las redes que nadie se toma el tiempo de verificar y que automáticamente pasan a ser «verdad de la buena» en la calle es una amenaza muy grave para la democracia. Las redes están sustituyendo a los medios de comunicación como instrumento de transmisión de la información. Son muchos, especialmente los jóvenes, quienes sólo se informan a través de ellas. Es fácil, tremendamente fácil, destruir la reputación y la imagen de una persona a base de mentiras o medias verdades que, una vez puestas en movimiento, son prácticamente imposibles de detener.
Pero en este país el problema no solo está en las redes; la concentración de los medios de comunicación también es un elemento manipulador y distorsionador de la realidad. La justicia, cuando llega, llega tarde porque el daño ya está hecho. La desproporción entre medios de derecha y de izquierda es peligrosa. ¿Qué espacio dedican los medios a publicar los desmentidos de las mentiras que, muchas veces intencionadamente, vertieron y destrozaron a un inocente? ¿Cuántos de esos medios que llenaron sus portadas día sí y día también atacando a partidos como Podemos han pedido perdón por haber publicado a sabiendas informaciones que eran falsas?
También es fácil, tremendamente fácil, manipular a una opinión pública cada vez más dependiente de lo que quiera un algoritmo que nos va a hacer ver lo que quiere que veamos y nos va a ocultar lo que no le interesa, un algoritmo que es guardado bajo siete llaves porque es el core business de una gran corporación que jamás permitirá que mínimos criterios de transparencia amenacen sus beneficios.
En estos tiempos donde el todo vale es el rey ha llegado el momento de abrir los ojos y poner coto a todo esto antes de que sea demasiado tarde. ¿Cómo? No lo sé, habrá que buscar y encontrar consensos, y no sólo a nivel nacional, pero lo que está claro es que así no podemos seguir. Nos va la democracia en ello.