Parece que la palabra de moda del verano está siendo ‘saturación’. Y, miren por dónde, yo de lo que estoy saturada es del mensaje machacón de la saturación y de la masificación turística. Incluso llega a parecer que sea un problema exclusivamente de nuestras Islas. Tranquilos, esto se cura viajando.
Por supuesto que soy consciente desde hace ya mucho tiempo, otros parece que se hayan caído del guindo justo ahora, de que nuestra actual posición de liderazgo ha llegado a su límite, y es algo compartido en el sector. Juntos debemos reinterpretar el liderazgo turístico de las islas en el mundo.
Baleares tenía el gran reto de incorporar la sostenibilidad y la circularidad como vía de progreso y como palanca activa de competitividad y utilizar los fondos europeos Next Generation precisamente para eso. Sin embargo, fue un fracaso más y una oportunidad dilapidada.
Porque los datos nos ponen frente al temido espejo. Somos la 235ª región turística en mano de obra cualificada y estamos en la posición 127ª en pilar tecnológico. Esto es lo que debería haber provocado una reflexión abierta, sin ser necesario meterse en el relato de la masificación que se está instrumentalizando –no por todos– en un sentido identitario que ya os podéis imaginar que me gusta más bien poco. Siempre he defendido que la transformación y la modernización debía hacerse desde el consenso y contando con el compromiso de toda la sociedad balear. No desde la imposición política y sin criminalizar nunca al sector turístico y sin atropellar la libertad de empresa.
Sinceramente pienso que no es beneficioso para nadie lanzar mensajes antiturismo o alarmar con la masificación y es un error centrar el debate en el número, ni en el cuánto menos ni en el cuánto más. Porque la solución que necesitamos no está en el adelgazamiento, créanme. Debemos avanzar hacia un modelo de turismo regenerativo, de excelencia, que aporte valor al turista y a los residentes, que apueste por la calidad del servicio que mejore las condiciones laborales de los trabajadores del sector turístico, que proteja el medio ambiente y nuestro patrimonio. Y esto solo puede conseguirse planificando mejor y gestionando mejor los flujos y los servicios públicos. Invertir más en innovación, en formación, en transformación y en oferta complementaria. Y, por supuesto, poniendo el foco en la oferta ilegal y en el intrusismo; pero lejos de demonizar el alquiler vacacional de forma general.
Por último, pienso que es una irresponsabilidad, que pagaremos todos muy cara, seguir vinculando sostenibilidad con decrecimiento y limitaciones.