Pues aunque parezca mentira, y que todos estos días todo el planeta esté inmerso en esta cita deportiva que por fin se celebra como mandan los cánones tras la pandemia aquella de la que nadie se acuerda ya, por lo visto estamos hablando de conceptos antagónicos, porque a aquellas ya famosas camas antirrelaciones íntimas que se probaron en Tokio (de verdad, que alguien las comercialice y me regale una, que quiero probarlas y comprobar su por lo visto garantizada efectividad), se unen polémicas acerca de si hay mujeres que no son mujeres o personas que no son personas, mientras ciertas jugadoras de vóley playa se cubren con atuendos cósmicos que o bien lo tapan todo, o bien son por lo visto antifotógrafos (se lo juro: parece ser que la tela impide ser fotografiada, ignoro si desapareciendo y mostrando entonces lo que hay debajo de ella). ¿Y mientras tanto? Mientras tanto, esas personas a las que por lo visto hay que controlar sus tendencias licenciosas para que entre otras cosas no se contagien nada de nada (de ahí lo de las camas, que por lo visto el COI se preocupa mucho por ese tema), los deportistas se contagian porquerías compitiendo en un río que es una cloaca y que se han gastado millones en limpiar (lo cual hace que nos preguntemos cómo estaría antes, y de paso, si a alguien le importaría mínimamente). Así que no, nada de pensar en menesteres de esa naturaleza de una u otra forma, que nos despistan de lo verdaderamente importante y por lo que vale la pena deslomarse una y otra vez.
Eros y olimpiadas
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