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Ciutat pulida

| Palma |

nefelibata Formación culta del gr. nephéle ‘nube' y –bátes ‘que anda', y este der. de baínein ‘andar'.

1. adj. Dicho de una persona: Soñadora, que no se apercibe de la realidad. U. t. c. s.

Apreciado Ajuntament de Palma, permítame recordarle algo obvio, aunque percibo que no comparte conmigo el criterio. El total de los ciudadanos de esta estimada villa contribuimos con nuestros impuestos en la medida que la ley nos obliga. En consecuencia, los servicios de tan ilustre institución se deben por igual a todos, sea cual sea nuestra condición social.

¿A qué me refiero? Tengo muchos ejemplos. Pe centraré en uno que nos afecta al grueso de los vecinos. La calles de Palma están muy sucias y pese a que en lo general estamos de acuerdo con aquel anuncio que rezaba «No se trata de limpiar más, si no de ensuciar menos», es evidente que su indisciplinado hijo adolescente, Emaya, funciona a golpe de amiguismos en tantos asuntos que empieza a ser vergonzante.

No quiero perder el hilo inicial. Evitaré especulaciones y me enfocaré en hechos de los que todos somos testigos. Mientras que en Ciutat hay aceras que cada día perciben manguera y mimadas atenciones de los operarios de la empresa municipal de limpieza, la gran mayoría ni siquiera ven el agua un día al año; ni se les pasa una máquina de chorro y celdillas.

A pesar de que los electos representantes deberían cuidar los derechos del conjunto, los más ilustres, los más pudientes, reciben habitualmente cuidados y mimos; en tanto que los andrajosos debemos protestar y hacer ruido para obtener parcas consideraciones que nos mantengan callados unos instantes.

Si Jaime II merece mimo diario, Cotoner amerita una o dos fregadas anuales; si Jaime III brilla esplendorosa, los pavimentos entre Sant Ferran y Pascual Ribot necesitan un baño; si a los negocios de calle Fàbrica se les acicalan las superficies de sus terrazas cada mañana, los bares de barrio merecen que les refresquen el suelo de tanto en cuanto; que las moscas nos comen los tobillos, si nos atrevemos a detenernos a curiosear sus pizarras.

Me conformo con conseguir, con estas líneas, ruborizarles en grado ínfimo, aunque ya sé que con mis reclamaciones ante ustedes se cumple aquello de que por un oído me entra y por otro me sale.

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