Balears tiene, por desgracia, un diputado en el Congreso que considera que los 20.000 manifestantes que piden una reorientación de la política turística son gentuza. El sujeto se llama Jorge Campos Asensi y es de Vox, un litri de manual cuya principal aportación a la política no es otra que permitir que los menores puedan acudir a las corridas de toros; dato que revela la dimensión intelectual del personaje. Como ya pueden suponer, ningún otro dirigente de la formación que lidera Santiago Abascal censuró el mensaje del torpe en las redes sociales. Él puede menoscabar la reputación de quienes no comparten sus ideas, pero tiene la piel muy fina cuando le censuran y acude presuroso a buscar el amparo de los jueces. Este prócer no considera gentuza a los suyos cuando defienden que para acabar con la inmigración ilegal hay que enviarles a la Armada y hundir los cayucos a bombazos. Los miles de ciudadanos que salieron a la calle es un claro reflejo de la vigencia del debate sobre los límites de la industria turística en Mallorca, asunto sobre el que se está muy lejos que alcanzar un punto de consenso entre todos los sectores implicados. Con todo es imposible no sentir vergüenza ajena por el papelón del exconseller de Turisme socialista Iago Negueruela, el desparpajo con el que critica su gestión pasada para justificar su presencia en la protesta es todo un homenaje a la desfachatez.
La semana también ofreció otra perla, esta vez a cargo de un correligionario de Campos, el presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, con motivo de la audiencia –protocolaria– con el rey Felipe VI en el Palau de l'Almudaina. En un gesto cobarde, como poco, Le Senne, buscó la complicidad y comprensión del Rey por su arrebato a causa de la exhibición de un retrato de Aurora Picornell. Me imagino que el Monarca debió respirar aliviado cuando le dijeron que en la audiencia del próximo año ya no se volverá a encontrar con Le Senne, aunque él se ha aferrado a la poltrona como una lapa. Y eso que va diciendo por ahí que los números no le salen y que el cargo le aburre.
Cuando veo a los voceros del Gobierno embestir al juez que investiga la presunta corrupción de Begoña Gómez, esposa del presidente Pedro Sánchez, Juan Carlos Peinado, no puedo evitar el recuerdo de la instrucción de las múltiples piezas del ‘caso Palma Arena' que hicieron el juez José Castro y el fiscal Pedro Horrach. Hasta se pidió la intervención del FBI y puede que en algún momento se plantease la imputación de la Mare de Déu de Lluc. Entonces, al PSIB le pareció fantástico, aunque parece que el mismo jarabe para su jefe que vive en La Moncloa ahora les indigne. Tanto una como otra instrucción desprendían una intencionalidad alejada de la ecuanimidad con la que debe actuar un juez, pero si entonces se admitió y jaleó con entusiasmo; ahora lo lógico es aceptarlo con resignación.
¿Quiere volver?
Lejos de tratar de buscar acomodo en la política estatal desde su privilegiada atalaya, Francina Armengol no deja de mantenerse muy activa en la política balear. La inquera se siente todavía el contrapeso de Marga Prohens, quizá porque todavía no está claro cuánto durará la legislatura. Todavía no ha descartado el regreso.