No por haber pactado en Bruselas el escabroso asunto del CGPJ bloqueado, mejorando así nuestro ordenamiento jurídico, hemos disfrutado siquiera de un día de tregua en la eterna batalla de jueces y tribunales. Al contrario, se ha recrudecido con embustes y descalificaciones de alta frecuencia, y si el PP, por boca del señor González Pons firmante de dicho acuerdo, ya había calificado al Tribunal Constitucional de «cáncer del Estado de derecho», el líder Feijóo, tras negarle cualquier legitimidad, aseguró que era profundamente inmoral.
Mientras tanto, nuestro Tribunal Supremo, aunque no llega a la total supremacía del de EEUU, que además de ser sus cargos vitalicios dictaminó la impunidad absoluta del expresidente Donald Trump (sí, también en el asalto al Capitolio, con muertos), parece que en su ejercicio de independencia judicial, se niega a aplicar la ley de amnistía, y hasta lo razona alegando que la función jurisdiccional no depende sólo de la voluntad del legislador. Es decir, que su interpretación es lo que importa, como nos temíamos. Y puesto que la interpretación del Supremo es suprema, y a la vez su independencia es independiente incluso de sus propias interpretaciones, no hay nada que discutir. Puede que el Tribunal Constitucional no lo vea así, puesto que sobre ilegítimo es profundamente inmoral, lo que nos garantiza una colisión de tribunales, con independencia de las propias leyes, que ni Bruselas podrá arreglar. ¡Trifulca de tribunales! ¡Estallido de supremacías! La ley del más fuerte, supongo. Y eso que estábamos mejorando.
Lo que me recuerda el ‘Postulado de Svejk', llamado así por la obra maestra del escritor checo Jaroslav Hasek El buen soldado Svejk, y que reza como sigue: «En ciertos lugares, todas las mejoras empeoran las cosas». Mejoras como el VAR, que hace del fútbol algo incomprensible, o la IA y sus monsergas, demuestran la exactitud del postulado. Como los chefs estrella, elaborando porquerías con manjares exquisitos. Para mejorarlos. Soy un firme defensor del postulado de Svejk, lo que me inhabilita para entender a los tribunales, ya españoles o norteamericanos. No para prever, a poco que mejoremos, una zapatiesta de tribunales.