Hemos pasado una semana de aúpa. Finalmente, sonó a repique la torre sin campanas de Don Fadrique y hubo pacto para lo del Consejo General del Poder Judicial. Eso fue el martes pasado y, desde entonces, como es habitual en el ruedo ibérico, nos hemos volcado todos en comentar la faena de los diestros (es un decir). Hay ya tanto escrito que no merece otro comentario, más allá de que las declaraciones de Núñez Feijóo recuerdan mucho a lo que contaba Woody Allen sobre cómo había apalizado a su adversario; primero, dándole con su cara en el puño, luego con su estómago en la rodilla, etc. También sonaron las campanas para la Von der Leyen, que seguirá de presidenta de la Comisión Europea. Tampoco merece mayor comentario, salvo el de decirle a los inmigrantes que pongan sus barbas a remojar.
Al otro lado del charco hemos tenido el susto de la asonada en Bolivia, una asonada que huele y sabe a rancio, en la que no ha faltado ni el aspirante a Tirano Banderas ni la tanqueta arremetiendo contra el portón del Palacio Quemado, sede del gobierno de la nación. Naturalmente, el Departamento de Estado de Estados Unidos dice que «sigue de cerca» la situación. No faltaba más, sobre todo por la ingente reserva de litio que posee el país.
Termino dando una lanzada a favor de Silvia Intxaurrondo. Los señores diputados del Partido Popular de la Comisión Mixta del control parlamentario de RTVE, demócratas de toda la vida, por ciento, arremetieron contra ella al grito de que se expresaba libremente y que era muy incisiva. Sin comentario.