El Fòrum de la Societat Civil de Mallorca este 26 de junio concluye su primer congreso sobre turismo. Es la culminación de un proceso abierto de participación que ha durado varios meses y tiene como principal objetivo definir la transición hacia un nuevo modelo económico para las Illes Balears. Nace de una reflexión conjunta que iniciaron al salir del confinamiento de 2020 diversas entidades y colectivos con implantación social y asociaciones empresariales y sindicatos. En parámetros europeos el Fòrum encajaría perfectamente en la perspectiva del Pacto Verde y en las recomendaciones de la Comisión sobre la participación efectiva de los ciudadanos y las organizaciones de la sociedad civil en los procesos de elaboración de políticas públicas.
Referente al modelo económico que persiguen la propuesta de transición estaría vertebrada sobre cuatro ejes fundamentales: decrecimiento de la oferta turística, diversificación económica, cohesión social y justicia ambiental. Se habla de modelo económico, y no solo de modelo turístico, por un sentido humanista de la economía, que conduce a poner a las personas en el centro de la ecuación, y por una visión holística de la realidad. También, por la constatación que el actual modelo de monocultivo, desde hace años, por mucha actividad que genere, se muestra ineficiente en términos de sostenibilidad económica, social y ambiental.
Partiría de la reivindicación del medio -en el sentido de bien común- como la materia prima y base de la actividad turística. Un postulado simple que, no obstante, implica un giro copernicano respecto al concepto tradicional de ‘industria de los forasteros', cercano al movimiento de personas, y al papel de la iniciativa local, básicamente proveedora de camas y otros servicios complementarios para el leviatán turístico. Este cambio de paradigma conlleva un cambió en la idea de relación de poder. El péndulo se desplazaría del predominio del mercado, representado por los grandes operadores, a la acción soberana de la ciudadanía como ente propietario y responsable de la materia primera. De ahí que el I Congreso de Turismo de la Sociedad Civil responda al irreverente principio que de turismo todos podemos y debemos hablar.
¿Por qué decrecimiento? La respuesta seria por un continente europeo climáticamente neutro, una economía moderna, eficiente en el uso de los recursos y competitiva y por el bienestar de las personas y su calidad de vida. También, por eficacia, la manera más directa, y casi única, que tiene la comunidad autónoma de intervenir en el mercado es hacerlo sobre la oferta, poniendo o limitando alojamientos turísticos. Las competencias que posee en ordenación del territorio, urbanismo, turismo y medio ambiente se lo permiten. La crisis climática planetaria hace que hoy el debate sobre el decrecimiento, tabú durante mucho tiempo, no resulte imposible y estéril, como fue la desestacionalización durante años.
Quizás la gran diferencia radique en que nunca hubo ningún clamor ciudadano por romper la estacionalidad y, sin embargo, en contra de la masificación y en favor del decrecimiento si lo hay y es actualidad. Sería ilusorio pensar que existe una alternativa y que podamos escoger hablar o no ello sin pagar las consecuencias. No hay otro camino, a no ser que se quiera llegar al colapso.
Rabee Jaber empieza su libro Los drusos de Belgrado con una pregunta: «El temblor del suelo y el ruido me despiertan. ¿Dónde estoy? ¿En la prisión de Herzegovina o en la ciudadela de Belgrado?». Quizás el mejor consejo que jamás uno pueda recibir sea que nunca camines solo en la oscuridad.