Hay cosas mucho más importantes que comentar, por supuesto, pero a mí este tema me pone negro. Hace dos meses no pude cerrar un brik de leche. Pensé que el recipiente era defectuoso, pero el fenómeno se repitió con otros briks. El tapón nunca se despegaba, jamás cerraba bien. Cuando me pasó lo mismo con una botella de plástico entendí que algo raro sucedía. Pregunté y al fin alguien me dio una respuesta: «Son cosas de Europa». Claro, si hubiera sido una ocurrencia de Pedro Sánchez nos hubiéramos enterado enseguida a través de una escandalera mediática madrileña. Pero en Bruselas los políticos socialdemócratas y conservadores lo cuecen todo en silencio. Busqué en la web del Parlamento Europeo y localicé la normativa de 2019 por la cual todos los tapones de plástico deben ser inseparables de los envases por motivos medioambientales a partir del mes que viene. De ese modo, los legisladores pretenden evitar que se dupliquen los desechos cuando la gente poco cuidadosa lanza la botella por un lado y el tapón por el otro. Todos, buenos y malos consumidores, nos vemos obligados a pasar por el aro de los tapones imposibles. Y peor aún, no tenemos más derecho que la pataleta en el desierto: nadie nos va a oír, tan lejos están. Así es que yo he decidido abrir los envases a la brava y cerrarlos con muy mala sangre mientras me acuerdo de Rosa Estaràs, José Ramón Bauzá, Alicia Homs y de todos aquellos otros que me complican la vida para salvar el planeta. O eso dicen, para justificar un salario de 8.000 euros netos al mes más 5.000 en dietas.
Tapones imposibles
Miquel Serra | Palma |