Los mallorquines se dividen en dos clases: los que cuando tienen visitas las pasean por los principales enclaves turísticos con mucho gusto, y una minoría de desaprensivos que ofrecen alojamiento pero no están dispuestos a perder su tiempo y la gasolina en amenizar vacaciones ajenas.
Estoy convencida de que los primeros somos más numerosos. Cuando algún conocido de fuera viene a pasar unos días, todo mallorquín de bien se desvive por él: le lleva a las mejores calas, los atractivos turísticos más famosos, los pueblos de la Serra, los restaurantes más auténticos… Todo porque queremos quedar bé. Es el objetivo. Queremos ser los mejores anfitriones, no solo hospitalarios, generosos y sociables, sino con un toque de glamour y distinción. Fardando de tener anécdotas sobre el lugar o de saber curiosidades y leyendas, presumiendo sin ningún pudor de lo bonita que es Mallorca. Todo para que nuestros huéspedes puedan decir a los demás que eso que conocen es gracias a nosotros, y que qué bien nos hemos portado y que cuánto sabemos de Mallorca. Hem de quedar bé.
He de reconocer que yo no sigo este patrón. Es verdad que me satisface presumir de isla, pero me gusta mostrar a mis amigas ‘mi Mallorca'. En mi visita guiada no hay puesta de sol en sa Foradada ni Caló des Moro que valgan. Y por supuesto, jamás pagaré párking para ir a la playa. Más allá de estas restricciones, varío la visita en función de la época del año, de la meteorología y de los gustos de mis invitadas.
Es muy importante enseñar a tus visitas a pensar como un mallorquín: no hay que ir a los sitios masificados. A la playa se va por la mañana o por la tarde, jamás a las doce del mediodía. Después de comer hay que hacer reposo. La sombra siempre es mejor que el sol. Los sitios que descubrimos no se explican ni se etiquetan en Instagram. Los restaurantes que recomienda TripAdvisor serán caros y tendrán cola. Y los foráneos no acaban de entender las distancias en Mallorca, así que hay que insistir en este punto: si por la mañana vas a Alcúdia, por la tarde no te plantas en es Trenc ni en Sant Elm.
Entiendo a los mallorquines que no están dispuestos a hacer de lazarillo, monitor de tiempo libre, chófer o intérprete para las visitas. ¿Acaso alguno de nosotros va a Barcelona o Madrid una semana con alojamiento gratuito y espera que su anfitrión se coja vacaciones y le diseñe un plan personalizado de turismo y ocio? Sobre todo, comprendo a los que no están dispuestos a concatenar planes 24/7 durante su fin de semana de descanso. Me parece un entremedio entre el autocuidado y la pereza, de modo que por más que lo comprendo, no lo comparto.
Así que la próxima vez que tengan invitados, presuman de Mallorca para quedar bé. Y háganles saber lo privilegiados que son no solo por tener un amigo, sino también un guía turístico.